Recordando a Fernando Morán

No hay dos personas que vivan la misma vida, pero sí hay algunas personas, solo algunas, que parecen multiplicar su vida hasta convertirlas en algo que brilla por encima del tiempo.

No hay dos personas que sean iguales, pero sí hay algunas personas, solo algunas, que son capaces de hacer sonar en los demás las cuerdas del alma con sus palabras, con su compromiso, con sus ideas y su ejemplo.

Fernando Morán ha sido una de esas personas –inigualable y ejemplar– y hoy somos multitud los españoles que queremos decir que no se entiende nuestro país sin lo que él hizo por España. Somos multitud los progresistas que queremos decir que no se entiende el socialismo sin su dedicación y su compromiso.

Diplomático, escritor, intelectual, ministro, político… Y siempre socialista, porque –decía Fernando– es donde encuentro la dignidad de la justicia. Un asturiano que llevó a España al corazón de Europa –todo eso se sentía él– y que supo comunicarnos su convicción de que la Unión debía servir no solo para unir estados, sino para acercar pueblos y gentes.

Hoy mucha gente mirará atrás, releerá sus artículos, sus discursos y sus libros, y lo que encontrará sobre todo lo demás es la misma idea que orientó su vida como un hilo fino, pero irrompible: es posible que los fuertes sean más justos y, para eso, es necesario que los justos sean más fuertes. Y de esa convicción nacieron palabras hermosas y llenas de sentido, capaz de mover y atraer voluntades políticas. Nacieron también propuestas y acciones que nos ayudaron a ser lo que hoy somos: una de las democracias más avanzadas del planeta.

Le habría gustado acabar con toda injusticia. Sin duda, estaría preocupado por el ascenso de un extremismo contra el que ya advirtió en los años ochenta, pero en una vida –incluso en las que, como la suya, suman y atraen a muchas otras– no se puede hacer más de lo que hizo, ni cabe más de lo que dio. Como no podía ser de otra manera en una persona de tan profunda humanidad.

Hace algunos años decía Fernando que «si volvemos la vista atrás, enorgullece que hayamos podido alcanzar las cotas actuales de desarrollo, bienestar y libertad». Hoy, en esta noche triste, si volvemos la vista atrás, millones de voces se unen para decirte: gracias por tanto, gracias por todo, querido compañero. Ha sido un honor y un orgullo compartir contigo una parte del camino.