-El debate sobre la oficialidad del asturiano lo sigo de lejos. Pero, con carácter general y por mi experiencia en Cataluña, estoy bastante en contra. Considero que el reconocimiento de las lenguas oficiales tiene una justificación nacionalista. Los derechos de las personas que quieren hablar asturiano se pueden garantizar de muchas maneras sin necesidad de pasar por la oficialidad que, bajo mi opinión, puede tener consecuencias negativas o provocar una tensión que no es necesaria.
-¿Cuál es su experiencia en Cataluña?
-Hemos comprobado que la oficialidad del catalán viene unida a un intento de desplazamiento del castellano con consecuencias muy importantes tanto en el ámbito de la educación como en el de las administraciones públicas. Así, en Cataluña la comunicación de la administración con los ciudadanos es básicamente en catalán, porque existe un objetivo de que el catalán sea la lengua que articule la sociedad. Cuando se promociona el uso de una lengua, forzosamente se limita el uso de la otra. Y, cuando se trata de articular una sociedad con un idioma diferente al que usan las personas, se pueden plantear problemas.
-¿Cree que el asturiano puede llegar a desplazar al castellano si se hace cooficial?
-Si no, para qué se pide. Claro que puede, como ocurre en Cataluña, lo que pasa es que eso se consigue de forma progresiva. El hecho de que haya un uso social menor de una lengua no impide que ésta acabe ocupando un espacio mayor que el que le corresponde, como ha pasado en Cataluña, donde el catalán es lengua materna solo para el 33% de las personas, mientras que para el 57% es el castellano. La oficialidad del asturiano sentaría las bases para que esto sea así.
-¿Cómo está la situación ahora en Cataluña?
-El 155 ha supuesto un cambio porque nos ha dado bastante tranquilidad. Seguimos en una situación difícil porque tenemos un bloqueo institucional, pero ahora los separatistas no tienen los resortes de la administración ni de la policía. Su capacidad para hacer daños es mucho menor.
-El resultado de las últimas elecciones deja claro que hay una división total. ¿Cómo convivir?
-Ha cambiado algo. Durante años casi todos teníamos asumido el matrix catalanista, asumíamos que no podía haber banderas de España y que en los colegios se hablara catalán, pero eso ha cambiado. Hay una parte de la población, que antes se mantenía callada, que ahora exige colocar su bandera y que se hable castellano en las aulas.
-¿Qué le parece que Puigdemont pueda gobernar desde Bruselas?
-Me parece una aberración, en todos los sentidos, pero también desde un punto de vista de derecho internacional. Las autoridades tienen limitado el terreno en el que pueden ejercer sus funciones a su territorio. Lo contrario podría crear una crisis institucional diplomática. Es absurdo.
-¿Qué opina de Tabarnia?
-Aunque claramente es una broma, yo creo que esta propuesta es muy significativa, porque permite liberarnos a quienes nos sentimos españoles del estrés y la angustia que se vivió en Cataluña mediante el humor, pero también recuperar la referencia institucional que los no nacionalistas ya no tenemos, porque la Generalitat se ha convertido en una herramienta solo para los independentistas. Además, enfrenta a los nacionalistas a su propio espejo.
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