La Guardia Civil en sus recién cumplidos 180 años de historia ha visto de todo, pero lo que nunca antes había vivido en democracia era una dirección tan efímera como la de Mercedes González, que estuvo en el cargo solo 78 días entre marzo y ... junio de 2023. Y lo que desde luego nunca había contemplado -ni siquiera en los convulsos años de finales de XIX y principios del siglo XX- es como esa directora, que abandonó de forma tan abrupta el cuerpo al que acababa de llegar para entrar en las listas a las elecciones generales, vuelva a la cúspide de la institución solo un año y medio después de ese desplante para sustituir a su sustituto.
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En el vetusto cuerpo, quizás precisamente por esos dos siglos de trayectoria, los cambios no siempre se llevan bien y muchos menos los vaivenes con una «clara motivación política, que no operativa», tal y como denuncian, siempre desde el anonimato, en el disciplinado generalato. Y es que en el 'cuartel general' de la calle Guzmán el Bueno de Madrid nadie duda de que el regreso de González (tras la 'espantada' del verano pasado para refugiarse en un puesto de salida en Madrid ante la posibilidad de que Pedro Sánchez no volviera a Moncloa tras el 23-J) solo persigue buscar un «acomodo» a la secretaria general del PSOE en Madrid. González es una 'sanchista' reconocida y, dicen, el presidente del Gobierno se siente en deuda ella por no haberla promocionado como candidata a la alcaldía de la capital de España en los comicios de 2023 por su falta de carisma.
Pero no solo molesta en la cúpula militar de la institución el hecho de que se utilice la dirección del cuerpo para recompensar a afines, sino también la inestabilidad que tanto cambio está provocando. Lo cierto es que desde que Fernando Grande-Marlaska llegara a Interior en junio de 2018 ya se han sucedido cinco directores y eso que no ha habido cambio ni de Gobierno ni de titular del ministerio. Una «volatilidad», dicen los historiadores del cuerpo, solo comparable a épocas anteriores muy crispadas como la I y II República, el Sexenio Democrático o el Reinado de Alfonso XIII.
Pero ahora no son reyes, regentes o revolucionarios… en la Guardia Civil insisten es que Marlaska «no logra encontrar la tecla», no solo en sus nombramientos, sino también en su relación con el propio cuerpo, que en estos seis años y medio está plagada de desencuentros.
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Ya empezó fulminando al magistrado Félix Azón como director en enero de 2020, tan solo un año y medio en el cargo, por no chivarle la operación contra los autodenominados comités de defensa de la república (CDR). Se empeñó en nombrar como sustituta a María Gámez (con la que había tenido mucha conexión en 2019 durante el rescate del pozo del pequeño Julen cuando ella era subdelegada del Gobierno en Málaga) pese a las advertencias de que sus relaciones familiares podían salpicarle. En abril de 2023 se convirtió en la primera directora general del cuerpo desde la época de Roldán en tener que dimitir por un caso de presunta corrupción tras la imputación formal de su marido por el desvío de dos millones de euros de ayudas públicas.
Aquel caso judicial se cerró poco después por un error judicial, pero para entonces ya había llegado y se había marchado de la dirección general la 'fugaz' González, y estaba al frente del cuerpo Leonardo Marcos, llegado en junio de 2023 y que hasta entonces era director general de Protección Civil y Emergencias. La sintonía en este año y medio de Marcos con los mandos y operativos de la Guardia Civil ha sido directamente nula, según insisten todas las fuentes consultadas. Las asociaciones hablan de las continuas broncas de Marcos o de su actitud prepotente o soberbia. Tanto en la cúpula como en la base, además, le recriminan, como a Marlaska, la mala gestión del «sangrante» asesinato de los dos guardias en el puerto de Barbate, arrollados por una enorme narcolancha a la que se enfrentaban con una neumática minúscula.
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El inédito viaje de ida y vuelta de González es, no obstante, solo el último sopapo a una institución que sigue sin digerir los casos de corrupción de los último meses, con el nombre de la Guardia Civil arrastrado por el fango a cuenta del caso 'Tito Berni' por la implicación colateral del general Francisco Espinosa Navas o por el denominado 'caso cuarteles' de falsas obras en edificios de la institución.
Y todo ello cuando en el cuerpo se siguen sin entender los ceses fulminantes de iconos como el del coronel Diego Pérez de los Cobos al frente de la Comandancia de Madrid por no comunicar a Marlaska la investigación sobre los contagios tras la manifestación del 8-M en 2020; el del entonces coronel-jefe de la Unidad Central Operativa Manuel Sánchez Corbí por haber enviado un mail suspendiendo las actividades con fondos reservados; el del comandante de Melilla; o el coronel Jesús Vicente Torresano Muñoz, después de que el mando exigiera a la dirección general del instituto armado un protocolo de actuación para los agentes que sirven en la valla.
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