«El mar es la libertad». Allí donde hace años pronunció esas palabras, este viernes se encargó de ponerlas en práctica. Ajeno a la intensa tormenta política que ha desatado su regreso a España y visiblemente feliz por volver a navegar con el 'Bribón' en ... aguas gallegas, don Juan Carlos ha descubierto en el Real Club Náutico de Sanxenxo lo que no había encontrado en 655 días de exilio voluntario en los Emiratos Árabes. Un auténtico baño de multitudes a la vieja usanza, con largas ovaciones y gritos de «¡viva el Rey!», que en poco se ha parecido a la visita «discreta» que Zarzuela y Moncloa hubieran deseado.
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Ni se ha escondido ni ha disimulado su satisfacción. Sabía que jugaba en casa, en una localidad pontevedresa que siempre se ha volcado con él, que acogió sus últimas horas en suelo español en 2020 y que puso su nombre al puerto deportivo que ayer le volvió a ver montado en un barco. Y, aunque entre el aplauso generalizado se han podido advertir algunos gritos aislados como «sinvergüenza», «vividor» y «¡viva la República!», al anterior jefe del Estado no se le ha quitado la sonrisa de su cara en toda una jornada de regatas que recordaba a tiempos pasados, cuando el exmonarca aún no se había visto involucrado en investigaciones sobre su fortuna.
Tras aterrizar el jueves en el aeropuerto de Vigo, el rey emérito ha pasado su primera noche en la casa de su amigo Pedro Campos en las inmediaciones de la playa de Nanín, a apenas dos kilómetros del Náutico de Sanxenxo, y ha mantenido un almuerzo con el alcalde, Telmo Martín. Hacia las 12.20 ha abandonado la vivienda en coche junto al propio presidente del club y la infanta Elena. Diez minutos después ha llegado al destino, donde le esperaba una nube de cámaras de televisión y decenas de curiosos que se han apostado a la entrada del edificio desde horas antes.
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Los aplausos y los vivas se han sucedido durante cuatro minutos, todo el tiempo que ha permanecido en el exterior, mientras don Juan Carlos agradecía el cariño, se llevaba la mano al corazón e incluso se acercaba a algunos de los asistentes para darles la mano y lanzarles besos. Apoyado en el bastón y con evidentes dificultades para moverse, el padre de Felipe VI ha saludado a los miembros del club y se ha hecho una foto de bienvenida con la tripulación del 'Bribón'. Después ha accedido a la sede del Náutico, donde los socios le han rendido otra larga ovación.
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Media hora después ha abandonado el edificio su hija, la infanta Elena, visiblemente emocionada. Ha afirmado estar «muy contenta» por el regreso de su padre y ha agradecido el interés de los periodistas. Unos minutos más tarde hacía lo propio el rey emérito, que se ha vuelto a montar en el coche de Campos para desplazarse hasta el pantalán. Allí, y con la ayuda de varios compañeros, se ha montado en una lancha de apoyo al 'Bribón' desde la que ha divisado la competición de esta jornada hasta que a las 18.00 ha regresado al puerto y ha vuelto a poner rumbo a la casa de Campos para descansar.
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