El guardián de la buena reputación de España

Me levanto temprano e invierto dos horas en leer la prensa. Lo hago a través de los resúmenes que nos envía la Oficina de Información Diplomática. 60 o 70 páginas. También leo los artículos que se escriben sobre España en la prensa extranjera.

Dedico largo tiempo al aspecto internacional de la pandemia, a ver qué hacen otros países, cómo están reforzando la atención sanitaria, qué estrategia están siguiendo. Elaboramos documentos que enviamos a la parte de la Administración que mejor uso pueda hacer de esa información.

Hablo con el embajador español en los Emiratos Árabes, porque en otoño queremos viajar allí y a Arabia Saudí con una agenda eminentemente económica. También estudiamos la posibilidad de que tenga un contenido académico y de investigación. En la conversación no hablamos del rey emérito. Sentado donde estoy, y teniendo entre mis competencias la defensa de la imagen de España, la institución monárquica que representa Felipe VI juega un rol fundamental en nuestra proyección exterior. Y te aseguro que entre lo que se ve que hace la monarquía y lo que no se ve, que son muchas cosas, la contribución es muy positiva.

Mi primera hija nació el 6 de marzo, se adelantó un mes. Se llama Isabella, un nombre italiano porque mi mujer, Francesca, es del Tirol italiano. ¡Tiene suerte de parecerse a su madre! Isabella ha sido un bebé del confinamiento y marca mucho nuestras rutinas. Procuro estar en casa a eso de las ocho para bañarla. Y si llego más tarde trato al menos de darle su último biberón, a medianoche. Una de las cosas más chocantes de mi etapa en el Ministerio ha sido el contraste entre la dureza y el dolor que generaba la pandemia y llegar a casa y encontrarte con un bebé pequeñito, que es pura vida.

No desayuno. Todo el mundo me dice que es malísimo, pero soy incapaz de comer a esa hora. Me levanto y me pongo a trabajar. Es una práctica que desarrollé cuando estaba haciendo el doctorado en Relaciones Internacionales. La recta final de los doctorados es un ejercicio de constancia, se parece un poco a una oposición. Me iba a dormir muy temprano, a las nueve de la noche, y me levantaba a las cinco. Era el momento de mayor producción intelectual y de capacidad de escritura. Aquella rutina ha sobrevivido. Sigo levantándome temprano, aunque ya no tanto, y me pongo a trabajar sin que me entre nada en el estómago.

De esta Secretaría de Estado depende la Dirección General de Estrategia del Ministerio de Asuntos Exteriores. El objetivo es liderar la comunicación y la reputación de España, todo bajo el mismo paraguas. Ahora estamos elaborando la gran estrategia de la política exterior española. Me ocupa mucho tiempo porque implica revisión de documentos y análisis de las aportaciones que hacen las direcciones generales del Ministerio, los 'think tanks'... Buscamos responder a una pregunta sencilla con una respuesta muy compleja. ¿Cuál es la vocación de España en el orden internacional? Nos estamos desplazando a un mundo más unilateral, más nacionalista, menos democrático, y España tiene que tener un posicionamiento claro en ese debate.

Dedico alguna mañana a escribir artículos de prensa, en español e inglés. Cada tres o cuatro semanas publico una pieza de análisis en algún medio. Ahora estoy escribiendo una sobre nuestra relación con China.

Este otoño vamos a lanzar la segunda campaña de 'Spain for sure' con personalidades internacionales que viven en nuestro país o lo conocen bien. La idea es trasladar las fortalezas y oportunidades que representa España. Soy muy optimista respecto al futuro. Tenemos un capital humano extraordinario.

Jueves

Almuerzo con el director de la Casa de América, el diplomático Antonio Pérez Hernández. Me suelo reunir a menudo con los directores de las distintas Casas: la de América, la Árabe, la de Asia, la de África… que hacen una gran diplomacia pública. El restaurante de la Casa de América, abierto al público, está francamente bien y tiene jardín. Pido unas croquetas, por recomendación del director, y un tartar de atún, que se agradece en un Madrid a treintaitantos grados.

Me calzo unas deportivas, me pongo un pantalón corto y saco a pasear a mi perro. Tengo un labrador. Se llama Pepelu. Fue una broma con unos amigos y ya se quedó con ese nombre. Es parte de la familia. Lo saco a pasear por las noches. Es el momento en que desconecto. Me suelo poner música clásica, los nocturnos de Chopin, las piezas de Bach de chelo, el Requiem de Mozart…

Conservo buenos amigos de mis años en Harvard y Oxford, donde me doctoré. El college de Oxford se llama Christ Church, uno de los más antiguos, con rituales y liturgias como cenar con la capa académica o examinarse con pajarita. Estuve allí casi cinco años. Es el college donde más escenas de Harry Potter se han filmado. Hoy he llamado a uno de aquellos amigos, Javier Solana, que ahora está en Glasgow de profesor de Derecho.

A Francesca y a mí nos encanta el senderismo. Intentamos salir los fines de semana a la Sierra de Guadarrama. El año pasado hicimos el Camino de Santiago y el anterior, el Muro de Adriano, al norte de Inglaterra, en la frontera con Escocia y es alucinante. 70 kilómetros de ruta que hicimos en cinco días, parando en los 'bed and breakfast'.

Intento ver un capítulo de una serie ('Colapso', en Filmin) muy al cierre del día. Suelo compaginarlo con las primeras ediciones de los grandes periódicos que nos manda sobre esa hora la Secretaría de Estado de Comunicación.