Ha muerto Rodolfo, compañero y, sobre todo, amigo. Ha sido una de esas noticias que, sin avisar, de forma imprevista te golpean y te quitan la respiración. No he podido dejar de llorar desde que lo he sabido y seguro que me comprenderán.

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Durante décadas ... Rodolfo ha sido la fuerza, la voluntad, la cara y las manos del Partido Socialista en Euskadi. Mirara donde mirara él siempre estaba ahí. Desde que en la huelga de Bandas, siendo chico, se apostaba para vigilar la llegada de la policía, Rodolfo ha estado siempre en el entorno socialista vasco. Y no puedo imaginarme el partido sin él.

Nunca ocultó sus orígenes humildes de familia inmigrante. Pertenecía a ese grupo de gallegos vascos que vivió su bilbainidad y su compromiso social desde Otxarkoaga. Rodolfo era distinto, algunos dirían que comenzó a ascender en la organización del Partido desde muy joven, pero no era eso; poco a poco, participando en todas las tareas posibles, Rodolfo no ascendía, se iba convirtiendo, él mismo, en Partido. Le he visto en todos los lugares, en todas las funciones, haciendo todas las labores. No había nada tan humilde como para no hacerlo. Le recuerdo a Rodolfo haciendo todo tipo de trabajos. Ponía sillas cuando era consejero del Gobierno vasco o secretario de Organización del PSE. Lo hacía con naturalidad, recordando que todas las tareas del partido tenían la misma dignidad.

A Rodolfo le conocíamos todos, y él conocía a todas las personas; conocía todas las agrupaciones, porque en todas había estado; conocía a todos los militantes porque con todos hablaba y por todos se preocupaba.

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Rodolfo era amigo de sus amigos, y también de sus adversarios; nunca se olvidó de nadie, nunca abandonó a una persona que le pedía ayuda. Todos los militantes, especialmente los más humildes, sabían que podían hablar con Rodolfo.

A pesar de su imagen pública de cargo duro del socialismo, Rodolfo fue siempre un buscador incansable del consenso y del acuerdo. Detrás de todos los grandes acuerdos de la política vasca, siempre estaba Rodolfo, y detrás de los desacuerdos también, aunque a su pesar. Para él el desacuerdo siempre fue un fracaso de la política. Una renuncia al razonamiento y al reconocimiento del otro.

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Rodolfo defendía con convicción su verdad socialista, pero eso no le impedía asumir la pluralidad de la sociedad y la defensa de la existencia del 'otro' como necesarios para construir la libertad común.

La discreción en la negociación política con representantes de otros partidos políticos, se hizo naturaleza en Rodolfo. Innumerables responsables darán cuenta de esta faceta de negociador tenaz de Rodolfo Ares.

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Negociar nunca fue para él derrotar al adversario, sino buscar un espacio común. Una búsqueda incansable en la que fracasó muchas veces, pero que nunca renunció.

Yo conozco bien esta faceta, discreto, tenaz, leal con el Partido y siempre optimista. Mil veces compartimos esperanzas y objetivos. Y por eso, para él, anunciarme un acuerdo, después de largas reuniones siempre le resultó una alegría. Y cuando el acuerdo no era posible no renunciaba a la esperanza, «no te preocupes, vamos a seguir».

El Terrorismo de ETA marcó a fuego su vida, como la de tantas vidas socialistas. Y estuvo siempre con los suyos, me acompañó en innumerables noches negras, en las agrupaciones destripadas por las bombas, en los silencios amargos que rodeaban los asesinatos de sus compañeros socialistas. Rodolfo, siempre estuvo ahí con los ojos vidriosos, con los dientes apretados, con un mensaje silencioso; vamos a ganar, vamos a ganar….

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Cuando le nombré consejero de Interior del Gobierno vasco, asumió la tarea con orgullo pero sobre todo con enorme responsabilidad. Solo me dijo una frase «Lehendakari, vamos a ganar». Rodolfo fue el consejero que ordenó a la Ertzaintza liberar las partes viejas de los pueblos de Euskadi. Fue el consejero que hizo que nuestra policía rompiera el tabú impuesto de renunciar al espacio público en los pueblos vascos. El día en el que los ertzainas entraron en los pequeños pueblos, en sus partes viejas secuestradas por los violentos, ese día ETA ya había perdido. Hoy todas las calles, cada plaza son espacios de libertad, son lugares de titularidad ciudadana en el que todos podemos caminar.

Cada paso en libertad que hoy damos en suelo vasco, es un gracias a los que lucharon por la libertad, pero en especial, es «eskerrik asko, Rodolfo» porque no olvidamos tu esfuerzo por terminar con ETA y recuperar la libertad pública. Los años de consejero de Interior, fueron años frenéticos, una actividad imparable, escrutó, buscó, investigó todos los caminos para lograr la libertad. Mil veces me animó él a mí. Aquella primera frase se convirtió en esperanza recurrente «Lehendakari, vamos a ganar».

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Una convicción de granito animaba toda su fuerza: terminar con ETA, recuperar la libertad merecía cualquier esfuerzo. Mirar a la cara a los ciudadanos libres para verlos sin miedo era premio suficiente. Estaba muy orgulloso de la labor del Gobierno vasco y de su Ertzaintza. Estaba muy orgulloso por poder decir al final «lo conseguimos. Hemos derrotado al monstruo. La libertad camina por nuestras calles. No importa que nos critiquen, no importa que nos insulten. La libertad es nuestro triunfo».

Él estaba orgulloso, pero ahora somos nosotros los que estamos orgullosos de Rodolfo. Somos nosotros los que decimos «Eskerrik asko, Rodolfo».

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