MARIFÉ ANTUÑA
GIJÓN.
Sábado, 19 de enero 2019, 04:28
Qué tiempos aquellos de los Maizales, cuando los jóvenes de entonces querían zamparse el mundo a bocados, cuando el dictador agonizaba y la cultura era una fiesta. «Yo le conocí en el año 74, hay una foto en la que estoy con él, con Rosa ... León, con Ana, estaba muy delgadín, muy guapo, supongo que entonces nos mirábamos todos los unos a los otros de reojo, porque todos estábamos en el PCE y nadie lo decía». Víctor Manuel rememoraba ayer su primer encuentro con Tini Areces, en la carbayera gijonesa que acogió la célebre Fiesta de la Cultura desde 1972 hasta 1984, que era punto de encuentro de gentes marcadamente de izquierdas que aspiraban a construir un mundo mejor. «Acuérdome del barullo, estábamos en el medio del prao rodeados de Guardia Civil por todos los lados». Así conoció Víctor a Areces, así se forjó una amistad que se mantuvo viva hasta anteayer, hasta el último suspiro, hasta el penúltimo whatsapp y la antepenúltima canción, hasta que la noticia de su repentina muerte golpeó como un tsunami al de Mieres y le metió en su coche en un viaje de ida y vuelta Madrid-Oviedo, Oviedo-Madrid solo para ir a la Junta General del Principado a darle un beso a Marisol. «Era muy amigo, nos queríamos mucho», sostiene el músico, aún con el deceso no asumido, aún con el dolor por la pérdida a flor de piel y latente en la voz. Le asaltan por la cabeza los oricios de una sidrería de La Calzada con Ana Belén, con Joan Manuel Serrat, con Miguel Ríos y con Tini como anfitrión, las mil batallas vividas juntos con la música como aliada. «Están todos muy tocados», resume el mierense, en alusión a sus amigos y compañeros de escenarios con los que en Gijón estrenó giras y proyectos musicales como 'Mucho más que dos'. «Eso fue en 1994, Tini vivíalo como si fuera él a recibir el disco de oro, no tenía alegría mayor que vernos a todos juntos». Aquella noche de oricios y sidra fue «preciosa», como tantas muchas, en las que Areces -curioso, hiperactivo, preguntón- quería saberlo todo sobre lo que había detrás de un espectáculo. «Su labor por la música en Gijón fue importantísima, por la ciudad pasaron todos los grandes, y en eso tuvo mucho que ver él, que era un paisano, y que tenía un equipo bien engrasado con Daniel [Gutiérrez Granda] y Miguel [Rodríguez Acebedo]».
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Víctor añora ese modelo de político culto, cercano, y no duda en afirmar que su leyenda se va a agrandar con el paso del tiempo. «Yo tengo nostalgia de gente así, ahora todos los políticos son de otra manera, más lavados, más descoloridos, más conformistas en muchos aspectos».
A Areces le gustaba la música de Víctor y también la de Nuberu. A Chus Pedro y Manolo Peñayos les entregó siendo presidente del Principado la Medalla de Plata Asturias. Poco imaginaban ambos, en aquellos años setenta de comunismo militante en que se conocieron, que acabarían llegando tan lejos el uno y los otros y que el destino iba juntarles en el acto institucional del Día de Asturias de 2009. «Nos conocimos allá por el 77, cuando vinieron Juan Muñiz Zapico y Horacio Fernández Inguanzo 'El Paisano', en una concentración en la Vega de Anzo», rememora Peñayos. Luego llegó el congreso de Perlora, la escisión del PCE, los días de la Cultura en los Maizales, cuando literatura, música, artesanía y reivindicación se unían desde la óptica de la izquierda en un gran fiestón. «En las primeras nos acordonaba la policía alrededor del prao, luego ya empezamos a hacerlas más tranquilamente y llevábamos todas las banderas que nos daba la gana», afirma. Peñayos simpre llamó a Tini «Maquinón», porque era muy activo, «porque era brillante», avanzado, «un visionario» al que solo reprocha que no echara el resto en favor de la oficialidad de la llingua asturiana. Su compañero Chus Pedro coincide en ponerle ese único pero a quien era genoroso, entrañable y demoledor y quien, con una mente abierta e inquieta, disfrutaba de la música en general, desde la canción protesta a la ópera. «El tenía una gran relación con dos cantantes gallegos, Benedicto y Bibiano, y una tremenda admiración por José Afonso, el portugués», recuerda Chus Pedro, que incluye 'Grândola Vila Morena' como una de esas canciones que, sin lugar a dudas, Areces elegiría para componer la banda sonora de su vida. Ese tema, el que se asocia inmediatamente con la Revolución de los Claveles, sonó en Gijón en una de esas fiestas de la Cultura. Sucedió en el año 1974. Aquella canción fue un himno para muchos militantes de izquierda y aún lo sigue siendo. Chus Pedro lo recuerda hoy, mientras mira el móvil y rememora su continuo contacto vía Whatsapp y que el último mensaje que le envió fue un vídeo con una canción del cantaor Pepe Pinto titulada 'A mi nadie me da un beso'. «Yo voy a echarlo mucho de menos, porque era y seguirá siendo un ser singular, porque fue un hombre que pese a haber estado doce años en Gijón y doce en el Principado de Asturias nunca perdió el contacto con la obra, siempre estuvo a pie de calle ideológicamente hablando, fue un hombre comprometido con su tiempo, de vanguardia, siempre delante de los demás», afirma. La pérdida -concluye- es irreparable: «Como él nacen pocos».
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