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LAURA MAYORDOMO
Martes, 8 de septiembre 2020, 02:19
A principios de enero, cuando el nombre de la ciudad china de Wuhan empezaba a hacerse un hueco cada vez mayor en los informativos, nadie o casi nadie sospechaba que el SARS-CoV-2, ese nuevo coronavirus, sobrepasaría las fronteras del gigante asiático y ... se extendería de la forma, rápida, imparable, en que lo hizo por el resto del mundo. Hicieron falta algunas semanas más para que, hasta los propios epidemiólogos, se percataran de que la covid-19 no era una gripe más. Que era algo diferente. Algo mucho más grave. Con efectos directos no solo en lo sanitario. También en lo económico y en lo social.
Nueve meses después, poco o nada ha sido como se esperaba que fuera este 2020. Asturias superó la primera ola de la pandemia y se enfrenta a una segunda -de consecuencias inciertas- con una factura en la que pesan sobre todo las 417 víctimas mortales que, hasta el momento, deja la covid en la región. 417 fallecidos y casi 4.000 contagiados, según los datos del Observatorio de la Salud, que son más abultados que los que refiere el Ministerio de Sanidad porque se tienen en cuenta tanto los casos que han dado positivo en una PCR -los únicos que contabiliza el Gobierno central- como los que lo han hecho en otras pruebas diagnósticas. En cualquier caso, en esa estadística no se tienen en cuenta los casos que, sobre todo al principio de la pandemia en Asturias, no llegaron a ser diagnosticados y, por tanto, no computan.
Precisamente a estos, a los supervivientes de la enfermedad es a los que el Principado, tras suspender el emblemático acto de entrega de las Medallas de Asturias -con las que se distingue a personalidades de la región de todos los ámbitos- quiere dedicar este 8 de septiembre, este Día de la comunidad que sin duda está marcado por el contexto de la pandemia. Lo hará hoy con un emotivo homenaje que tendrá lugar en el Patio de La Reina, en el Hotel de la Reconquista, y con aforo limitado: apenas unas sesenta personas. En él se quiere brindar un reconocimiento a todos los asturianos que lograron superar la enfermedad. Ellos son los protagonistas. Alguno tomará la palabra para relatar en primera persona su dura batalla contra la enfermedad y de concienciar al resto de la sociedad de la importancia de cumplir las recomendaciones de las autoridades sanitarias para evitar más contagios.
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En ese acto tan distinto de anteriores Días de Asturias también está previsto un reconocimiento expreso a la labor de los profesionales de la salud del Principado, por haber estado en primera línea luchando contra la pandemia.
Desde que el 11 de marzo se produjo el primer fallecimiento -el del jefe de estudios de instituto de Formación Profesional Fundación Masaveu de Oviedo, Avelino Uña, de 68 años-, la asturiana ha sido una de las tasas de mortalidad por covid más bajas de toda España. La comunidad también está a la cola del país en cuanto a la incidencia de la enfermedad. Pero los datos epidemiológicos están empeorando. Empezaron a hacerlo en julio, después de que la región sumara a principios del verano 29 días sin un solo contagio por el nuevo coronavirus. La curva de casos inició ya una tendencia ascendente en agosto, mes en el que hubo días con más contagios que los que se reportaban en marzo. Y, al mismo tiempo, el volumen de ingresos ha ido incrementándose poco a poco. Sobre todo en planta.
Los propios médicos reconocen que no son éstas las cifras de incidencia de la enfermedad que se esperaban a esas alturas del año, sino más bien entrado el otoño, cuando con el SARS-CoV-2 coincidan otros virus circulantes, como el de la gripe.
«Pese a que nuestros datos son mejores que en otras comunidades autónomas, toda prudencia es poca», ha sido una de las frases que más veces ha repetido el presidente del Principado, Adrián Barbón, en las últimas semanas. El argumento de la anticipación, del mejor prevenir antes que lamentar fue enarbolado ya en julio cuando en Asturias se restringió el horario de los locales de ocio nocturno, se puso límite a las reuniones sociales y se extendió la obligatoriedad del uso de las mascarillas. Y se repitió en agosto, nuevamente frente a las críticas del sector turístico, cuando se decidió decretar la situación de alerta naranja en cinco concejos del oriente en los que preocupaba la rápida propagación del virus. La precaución volvió a ser la razón en la que se amparó el Principado cuando, a finales de agosto, se decidió aplazar un par de semanas el inicio del curso escolar.
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Junto con los centros educativos -una vez que recuperen la docencia presencial que quedó interrumpida el 12 de marzo-, preocupan los centros sociosanitarios, por albergar a la población más vulnerable frente al coronavirus. Las medidas acordadas por las comunidades autónomas y el Gobierno central en agosto obligan a realizar pruebas PCR periódicas a todos los trabajadores. Yendo un paso más allá, el Ministerio de Servicios Sociales extenderá a todo el país el protocolo creado por el Principado para frenar la pandemia en los geriátricos. Un protocolo que establece que un solo caso detectado en uno de estos centros ya se considerará brote y eso supondrá blindar el edificio y a los enfermos.
Y en ese contexto, las últimas cifras del paro reflejan que hay más de 4.000 asturianos desempleados que antes del inicio de la pandemia, más de 38.000 en ERTE y cerca de 6.000 autónomos que no han podido recuperar su actividad, una crisis que va de la mano de la sanitaria y que no despeja el mejor futuro para la región.
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