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ANDRÉS SUÁREZ
OVIEDO.
Sábado, 18 de noviembre 2017, 02:33
El debate sobre el estado de la región concluyó ayer en la Junta General sin que la principal incógnita que marca el corto plazo de la política asturiana, la aprobación o no de los presupuestos para 2018, haya quedado despejada. La incertidumbre en ese sentido es mayúscula porque aunque en el ambiente flota un clima de menor agresividad entre los actores implicados, principalmente entre PSOE y Podemos, cuando se baja al detalle afloran las diferencias. Que no son menores. Prueba de ello es que los socialistas votaron en contra de las principales propuestas que, en relación con las cuentas, había presentado la formación morada para su discusión parlamentaria. Fuera de la cuestión numérica, el pleno, sobre todo en su tercera y última sesión, certificó que el PSOE, aunque de forma suave, ha comenzado a virar su tradicional posición de rechazo a la oficialidad del asturiano.
En materia presupuestaria una cosa son las buenas palabras y otra bien diferente, los hechos. Tampoco en la sesión de ayer hubo los habituales reproches que de forma reiterada han marcado la relación entre el PSOE y Podemos en la primera parte de la legislatura. No se fue más lejos del dardo lanzado por el secretario general del partido morado, Daniel Ripa, que acusó al Gobierno de ser la «principal fuente de inestabilidad» política en Asturias y pidió una relación que no se base en meras «concesiones» sino en una fiabilidad asentada en «el cumplimiento íntegro de los acuerdos». Ripa verbalizó así la desconfianza que existe entre los suyos a pactar con los socialistas. El Ejecutivo respondió con la «mano tendida» del presidente, Javier Fernández, al diálogo y el acuerdo.
La cuestión es que la voluntad de acuerdo que ambas partes dicen tener debe traducirse en hechos concretos y ahí comienzan las dificultades. Ayer se votaron las propuestas de resolución presentadas por los grupos, que en el caso de Podemos recogían en buena medida sus planteamientos sobre la orientación del presupuesto de 2018. De los principales planteamientos de la formación morada, el PSOE solo 'compró' uno: la creación de una unidad anticorrupción. El resto -el impulso de una red pública, gratuita y universal de 0 a 3 años, la creación de 1.000 nuevas plazas en el sector sanitario, una reforma de la contratación en la sanidad para ahorrar hasta 30 millones de euros al año o una auditoría de la empresa de vivienda pública Vipasa- recibieron el 'no' de los socialistas, aunque algunas acabaron saliendo adelante con el respaldo de otros grupos.
El análisis de las votaciones evidencia que hay mucho trecho que recorrer antes de dar crédito a la hipótesis de un acuerdo presupuestario entre dos formaciones 'enemigas'. De hecho, Podemos, que apoyó buena parte de las iniciativas del PSOE aunque muchas de ellas tenían truco porque eran emplazamientos al Gobierno central favorables para Asturias y por tanto imposibles de rechazar, se abstuvo ante una propuesta de IU favorable a alcanzar acuerdos que den estabilidad a la legislatura. La coalición, actor implicado en la discusión presupuestaria, quiere jugar un papel proclive al consenso. «Queremos que el tiempo que resta no sea baldío», dijo la diputada Concha Masa.
El margen para la negociación no es excesivo. Según el calendario que este lunes se llevará a la reunión de portavoces de la Junta, el Gobierno registrará su proyecto presupuestario en el Parlamento el próximo día 28. Las comparecencias de los consejeros para explicar sus programas se producirán entre el 4 y el 12 de diciembre. El debate de totalidad será el 22 y la votación final, llegado el caso, el 29 de diciembre. Los plazos, pues, aprietan.
Más allá de los números, la tercera y última sesión del debate incluía un asunto con morbo después de que el PP presentara una propuesta de resolución que reclamaba un rechazo frontal a la oficialidad del asturiano. Un movimiento que ponía en un brete al PSOE, con dos posiciones encontradas en su seno: la del presidente, Javier Fernández, contrario a dar pasos hacia la oficialidad en esta legislatura, y la de la nueva dirección del partido, que ha comprometido esa medida en su programa electoral para 2019.
El resultado final dio una salida razonable a ambas posturas. Una medida abstención que evitó un pulso interno de incalculables consecuencias. Apoyar al PP y rechazar la oficialidad hubiera sido ir en contra de la doctrina de la nueva dirección del partido que lidera Adrián Barbón. Pero actuar en sentido contrario hubiera supuesto probablemente llegar demasiado lejos en el viraje en defensa del máximo reconocimiento normativo de la llingua e irritar a Javier Fernández. El punto medio dejó a todos contentos.
La socialista Nuria Devesa dejó claras varias cosas. La primera, que el término correcto es 'asturiano' y no 'bable', como suele decir el PP. La segunda, que las posiciones tanto de la Federación Socialista Asturiana como del Gobierno están bien «definidas». Y la tercera, que su partido no estaba por la labor de caer en la trampa tendida por los populares, en su «juego perverso».
La iniciativa del PP no prosperó ya que solo tuvo el apoyo de Ciudadanos. A la abstención del PSOE se sumó el rechazo de IU -Ovidio Zapico esperaba que el PSOE fuera más contundente aunque se congratuló de que la oficialidad «no tiene vuelta atrás»-, Podemos y Foro.
El debate no dio para mucho más. Apenas para constatar que el PP ha elevado sobremanera el tono de su discurso, centrado en alertar de las consecuencias de la deriva en que a su juicio se ha sumido el PSOE de acercamiento al «radicalismo» de Podemos. «Entregan Asturias a un partido que se opone al artículo 155 para restaurar la legalidad en Cataluña y que sostiene que en España hay presos políticos», espetó Luis Venta, que apuntó directamente a Fernández: «Todo vale por un sillón de presidente». Venta atacó a la formación morada, a la que vinculó, con distintos argumentos, con Venezuela, Corea del Norte o Irán. «Cuando hablen de Mariano Rajoy enjuáguense la boca», soltó el diputado a Podemos. La respuesta le llegó de Ripa, que instó a la bancada popular a «pedir perdón» por todos los escándalos de corrupción que castigan a su partido.
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