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Pablo Casado paladeó ayer la soledad del líder caído. Ningún apoyo, ninguna frase de ánimo. Todo fueron dimisiones y traiciones a granel de los hasta hace cinco minutos incondicionales. El cambio de ciclo electoral, la rampa hacia la Moncloa, se ha transformado, sí, en ... un viraje político, pero que le va a llevar a él a su casa. Su renuncia es cuestión de horas. Antes debe pactar una «salida digna» con los presidentes territoriales, con quienes se verá las caras esta tarde en una reunión a cara de perro en la que no estará Isabel Díaz Ayuso y a la que el líder del PP llega acorralado tras haber tenido que sacrificar a su fiel escudero, Teodoro García Egea. El dirigente murciano presentó ayer su dimisión como secretario general ante el clamor de la militancia y el señalamiento de los barones, que lo ven como causa de todos los males que aquejan hoy por hoy al PP.
El cese de García Egea fue la primera demanda de los críticos por la forma en la que se había gestionado el enfrentamiento con la presidenta madrileña después de que se filtrara el supuesto espionaje desde Génova a su entorno. Pero el líder de los populares se negó a entregar su cabeza. Cuando se mostró dispuesto a prescindir de su número dos, a los barones ya no les basta: exigen su propia dimisión y la convocatoria de un congreso extraordinario. Un paso que Casado se comprometió a dar el lunes ante las presiones de su equipo directivo, que iba a dimitir en bloque si no convocaba el cónclave, y que ayer oficializó al incluirlo en el orden del día de la junta directiva nacional que se celebrará finalmente el próximo martes.
Al tener carácter extraordinario y según marcan los estatutos del PP, el plazo mínimo que tendrá que pasar desde el momento de la convocatoria hasta su celebración será de 45 días si se trata de un congreso nacional, aunque en casos de «excepcional urgencia» ese margen puede reducirse a 30. Con este escenario, todo apunta a que el PP celebrará su próximo cónclave en el mes de abril. En él se espera que el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, haya dado el paso al frente para tomar las riendas del partido.
El líder de los populares contaba con plantar batalla en esa cita y prolongar la convocatoria del congreso ordinario hasta lo más cerca posible del previsto para julio con opciones de presentarse. Pero la avalancha de dimisiones, de deserciones y de pronunciamientos de dirigentes y diputados con los que contaba para resistir le hicieron recapacitar.
Todos los presidentes autonómicos, salvo la navarra Ana Beltrán -vicesecretaria de Organización y numero tres del PP-, han hecho frente común para exigirle que dimita de inmediato, a más tardar hoy. Esa va a ser la exigencia unánime durante la reunión que mantendrán en Génova y en la que pondrán encima de la mesa que sea una dirección transitoria la que se encargue del partido hasta el congreso del que saldrá el nuevo liderazgo.
Le ha dado la espalda hasta el murciano Fernando López Miras, incondicional de García Egea. Pero también Valencia y Aragón, territorios que creían seguros tras las cuentas que echaba sin parar el secretario general el lunes, cuando creían que los números les daban para frenar el intento de quienes pretendrían ya derribar sin disimulo a Casado.
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María Eugenia Alonso
El líder del PP tampoco cuenta ya con el respaldo del alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, que ha renunciado como portavoz nacional del partido por considerarlo incompatible con la Alcaldía, ni de la dirección del Grupo Popular en el Congreso donde se citan hasta un exjefe de gabinete del líder conservador, Pablo Hispan, y también Adolfo Suárez Yllana. La mayoría del consejo de dirección reclamó en un comunicado la celebración de ese congreso ante la situación de «extrema gravedad».
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Incluso se ha abierto una vía de agua en el equipo de su más estricta confianza. Andrea Levy, con quien ha trabajado codo con codo desde 2015, ha dejado su cargo como presidenta del comité de garantías, al igual que Belén Hoyo, que ha abandonado su puesto al frente del comité electoral del PP.
Al líder del PP únicamente le quedan ya unos cuantos fieles que se cuentan con los dedos de una mano -además de Ana Beltrán siguen a su lado el vicesecretario de Comunicación, Pablo Montesinos, y el vicesecretario Territorial, Antonio García Terol-. «Esto está acabado», reconocen fuentes del partido.
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Fernando Morales Rodríguez
Casado no oculta su abatimiento por lo que está sucediendo. Está noqueado, roto. Siente que está sufriendo un golpe de estado injusto porque no ha hecho «nada» malo, más allá de expresar sus dudas sobre un caso de presunta corrupción que podía afectar a las siglas del PP. Considera que era su obligación con el compromiso de honestidad y ejemplaridad. Es más, sigue creyendo que Díaz Ayuso ha actuado de manera irregular y que las pruebas la obligarán a dimitir.
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