El paraguas protector
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La reunión entre Sánchez y Feijóo evita quemar todos los puentes tras un año político de alta presión marcado por una extrema polarización entre los dos bloquesLa reunión entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo ha arrojado una tímida luz en el túnel de la polarización en el que sigue inmersa hace tiempo la política española. Se diría que el espíritu de la Navidad ha traído una leve tregua y que ... las instituciones europeas se han convertido en un paraguas protector en un momento de especial incertidumbre. El acuerdo para la reforma del artículo 49 de la Constitución -que suprime el término disminuidos- y la posibilidad de un desbloqueo en la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) con una supervisión de la Comisión Europea ofrecen algunos resultados que contrastan con las nulas expectativas que había suscitado esta cita.
Sería absurdo e infantil pensar que estos avances pueden suponer un cambio en la estrategia del PP en relación con el presidente del Gobierno. No alteran el guion de una oposición implacable, y tampoco van a modificar el relato que intenta ahora desarrollar Sánchez para arrinconar a la oposición de centroderecha en el córner de la radicalidad. Pero, ciertamente, el resultado de la cumbre permite algunas espitas de salida a una situación que empezaba a resultar insostenible. El PP tampoco podía mantener el catastrofismo más desaforado sin ofrecer propuestas constructivas. Necesita diferenciarse en la forma y en el fondo de Vox, aunque a la vez busque sus votos. De entrada, que los dos principales partidos mantengan aún determinados puentes abiertos a la interlocución constituye una buena noticia para quienes creen en la importancia de mantener viva la cultura de la institucionalidad. Defender la Constitución no es solo envolverse en su nombre o utilizarla como arma arrojadiza frente al adversario.
En este contexto llama la atención el papel que han adquirido las instituciones europeas como último mecanismo de salvaguarda. Aunque resulte fruto de las tácticas políticas, la UE se convierte en un árbitro que puede permitir encauzar determinados desencuentros que parecían cronificarse. Será la Comisión Europea la que supervise ese proceso de renovación del CGPJ, será la mediación internacional la que verifique las mesas de diálogo con los soberanistas catalanes, bajo la atenta y observadora mirada europea, con unas elecciones en junio que van a medir la fuerza de, precisamente, las corrientes más soberanistas y antieuropeas. Es la UE la que proporciona cuantiosos fondos económicos. En definitiva, el pulso que se libra frente a los ultranacionalismos rampantes tiene que ver con la defensa del modelo social, económico y de libertad que gozamos en Europa. Es lo que está en juego cuando comprobamos que la demagogia avanza posiciones al galope y quienes recomiendan recetas simples para los problemas más complejos ganan elecciones. Resulta descorazonador pero hay que admitir el principio de realidad.
Tras este pequeño alivio de fin de año el escenario político español no va a cambiar de guion. El Gobierno de coalición sabe que 2024 será de enorme intensidad. Sánchez intentará rentabilizar su relato social y vender sus 'éxitos' en la UE. Pero al mismo tiempo tendrá que hacer verdaderos esfuerzos de equilibrios internos para contentar todas las sensibilidades de sus aliados. Y no resulta nada fácil apaciguar a la vez a ERC y complacer al PNV. Ni contentar a Podemos, que necesita visibilidad en su contienda con Sumar y que abre un flanco muy vulnerable para el Ejecutivo de coalición.
Además, el devenir del Gobierno va a estar muy mediatizado por la variable polémica del debate de la ley de amnistía y el recorrido de los recursos que se anuncian para evitar su promulgación. El presidente Sánchez intentará relativizar el alcance de esta conflictividad sobre el principio de que hace de la necesidad virtud. Pero en el espacio progresista también puede existir una sensación de que hay determinados principios que no deben ponerse en peligro. Que la cosa no vaya a mayores va a depender sobre todo del tono que empleen los soberanistas catalanes, cuya hiperventilación puede terminar gestando más frustración en su propia base social. Si se empeñan en tensar la cuerda hasta romperla harán inviable la legislatura. Todo es posible en 2024.
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