C. GARCÍA / A. MORIYÓN
Viernes, 16 de junio 2017, 03:15
Cuando la Fiscalía Anticorrupción encargó a Jorge Ortiz un informe para conocer si lo presupuestado en la obra de la residencia de Felechosa coincidía con lo ejecutado y si los precios que se barajaron entonces estaban dentro del mercado, el perito, para agilizar el estudio, analizó 209 partidas. Decidió dejar al margen el mobiliario, el 'office' y toda la instalación de la cocina. Además de los sobrecostes de los que ya alertaron en su día los agentes de la Unidad de Control Operativa (UCO) de la Guardia Civil en base a ese informe -de un 51%-, el perito comprobó que existen dobles certificaciones. Es decir, presupuestaron varias veces un mismo concepto. Y además, con desajustes. En algunos casos llegó a ser de hasta un millón de euros. Y eso el mismo día. Así lo declaró José Ortiz ante la jueza y los fiscales. Y puso como ejemplo la instalación eléctrica: hay una factura de 449.000 euros y otra de 1,4 millones por el mismo concepto. No coinciden tampoco algunos pagos de los proveedores a Alcedo de los Caballeros con lo que aparece en el documento de la liquidación. Hay diferencias de hasta 200.000 euros entre lo que una de las subcontratas dice que abonó a la constructora, y lo que la empresa Alcedo de los Caballeros cobró al Montepío de la Minería por ese servicio.
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En el juzgado enumeró una serie de precios «irreales», unos por encima de los que aparece en la liquidación y otros que no llegarían a cubrir en ningún caso su coste real. Entre otros, se refirió al bote sifónico: «Se presupuesta en cinco euros cuando con 30 euros no lo haces». ¿La explicación? Ahorrar en tasas. Lo que no supo aclarar es si de ese ahorro por facturar menos se beneficia la subcontrata o la propia constructora. «En fontanería o calefacción hay partidas absurdas». Al margen de estos desajustes, el perito asegura que la calidad de la residencia es «bastante correcta».
Una obra a la carta de Postigo
¿Y quién modificaba el proyecto? José Antonio Postigo descolgaba el teléfono y lo que pidiera, se hacía. Nadie discutía sus órdenes. Sobre el proyecto inicial se realizaban los cambios que el presidente del Montepío de la Minería quería. Que había que aumentar el presupuesto porque decidía cambiar el sistema de calefacción -en principio era de pellets y se cambió por el de cogeneración para obtener energía térmica y eléctrica que obligaba a reforzar toda la estructura de la cubierta-, se «alteraba la certificación» y se incrementaban el precio. Así lo explicó en su declaración el aparejador Vicente Fernández, encargado de coordinar la seguridad y de comprobar que la obra se ejecutaba con los materiales previstos. «Yo no engañé a nadie. Yo no, porque la cantidad ejecutada coincidía con la que ya estaba. Postigo pedía que se alterasen las certificaciones que ya existían para agilizar el proceso».
Durante el proceso, Fernández calcula unas 15 o 20 modificaciones. «En un momento se incrementó de 27 a 29 millones de euros». ¿El motivo? Postigo quiso cambiar parte del ladrillo de los balcones por barandillas de aluminio porque en Felechosa es zona de nieve «y alguien le comentó» que con los «ladrillos se quedaba estancada». Lo que más le llamó la atención fue el cambio del sistema de calefacción que obligó a realizar una buena reforma. Y la compra de fincas adyacentes a la parcela donde se iba a construir al residencia, también disparó el precio inicial.
Visitaba dos o tres veces al día la residencia para comprobar cómo iban los trabajos. En todo ese tiempo solo coincidió con el líder del SOMA-Fitag-UGT, José Ángel Fernández Villa, una vez. Ese mismo día compartieron mesa y mantel. «Llegó junto a Postigo y cenamos».
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Por su trabajo cobró 200.000 euros. Lo calculó en función de los 10 millones de euros en que se había presupuestado la obra y no en los 27 que, según cuenta, vio cuando accedió a la documentación.
Durante la hora y media de declaración ante los fiscales (esa misma mañana había declarado en el cuartel del Rubín, en Oviedo) y la jueza del Juzgado de Instrucción número 3, Vicente Fernández estuvo inquieto. En más de una ocasión tuvo que parar para beber un trago de agua: «Se me seca la boca. Disculpen, pero estoy muy nervioso».
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