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ANDRÉS SUÁREZ
Jueves, 12 de mayo 2016, 03:56
Que el proceso de confluencia de Podemos e IU era una operación de alto riesgo se sabía desde el principio. Que en Asturias la jugada tenía un componente explosivo adicional también era de dominio público, teniendo en cuenta las malas relaciones entre ambas organizaciones en la Junta General y que Gaspar Llamazares, portavoz parlamentario de la coalición, es el principal ariete de los críticos contra ese entendimiento. Con estos precedentes, a nadie extraña que las cosas se hayan complicado hasta el extremo. La posición reservada a Izquierda Unida en la candidatura conjunta al Congreso -el número tres, o un escaño en el Senado como mal menor- ha soliviantado a la organización asturiana, que lo ha entendido como una verdadera afrenta y que hoy envía un equipo a Madrid para exigir a la cúpula federal la renegociación del acuerdo para lograr el segundo puesto de la lista. La formación morada, mientras, observa los toros desde la barrera, pide a sus nuevos compañeros de viaje «altura de miras» y más preocupación por el proyecto y menos por los asientos y no contempla, en principio, revisar los términos del pacto alcanzado entre los líderes nacionales, Pablo Iglesias y Alberto Garzón.
La indignación en las filas de IU de Asturias, con Manuel González Orviz al frente, con el acuerdo conocido el martes aún persistía ayer. Irritación que no tiene tanto que ver con Podemos como con la forma en que Garzón y el secretario de Organización federal, Adolfo Barrena, han desarrollado las negociaciones con Iglesias y los suyos. Orviz fue desde el principio un firme partidario de la alianza y, en sintonía con las tesis de Garzón, defendió la búsqueda de esa confluencia enfrentado incluso al otro referente de la coalición en el Principado, Gaspar Llamazares, frontalmente en contra. A partir de ahí, el reparto de puestos en la candidatura conjunta, que sitúa al representante de la formación en un puesto con modestas posibilidades de salir elegido, se ha entendido como una bofetada.
Ese malestar se escenificó el martes en la reunión urgente de la dirección y se extendió ayer por las distintas sedes de la organización y por los pasillos de la Junta. En la práctica, IU, con vistas a lo que está por venir, queda partida en dos. Entre quienes entienden que, pese al evidente desaire, no se puede obstaculizar el camino de la confluencia, y quienes piensan que es necesario actuar. En el mejor de los casos, presionando en Madrid para renegociar los términos del acuerdo. En el peor, como escenario quizá límite, renunciar a ocupar los puestos reservados a la coalición en la candidatura común con Podemos. Dependerá de lo que suceda en los próximos días.
Comenzando por hoy. A mediodía se reúne en Madrid la comisión nombrada por IU de Asturias con el secretario federal de Organización para tratar de buscar alternativas. Adolfo Barrena ha trasladado a la organización regional la conveniencia de «buscar una salida» a la crisis, pero el mensaje suena hueco a 500 kilómetros de distancia, en Oviedo. Uno de los negociadores, Alejandro Suárez, intentó ayer meter presión con el mensaje de que «el acuerdo no obedece a la fuerza real de Izquierda Unida, a la capacidad que tenemos de sacar un diputado por nosotros mismos». Pero las dificultades son muchas.
Una pequeña victoria
En el seno de Podemos, por ejemplo, no se da mucho margen a una rectificación. Sofía Castañón, que fue la número uno por Asturias el pasado 20-D y que ahora repetirá, alejó el debate de su formación y remarcó que se trata de una cuestión que debe resolver IU en su fuero interno, entre sus organizaciones regionales y la federal. Lo que sí hizo Castañón fue pedir al ahora socio electoral «altura de miras», situando por encima de los debates sobre listas y puestos el objetivo común de atender los intereses de la ciudadanía.
En la organización asturiana de Podemos, mientras, la plasmación práctica del acuerdo se entiende como una pequeña victoria. No tanto por los rifirrafes con Llamazares, que ya se dan por descontados, como por el hecho de que Orviz remitiese la negociación siempre al ámbito federal, rehuyendo el emplazamiento a un diálogo en el terreno estrictamente regional, y ahora se encuentre con que el pacto cocinado en Madrid es muy inferior a las expectativas creadas. Piensan en Podemos Asturias que el acuerdo es razonable, que se ajusta bien al peso político y las opciones electorales de ambas fuerzas y no están por la labor de reformularlo.
Y aquí entra el debate de los nombres. Para Podemos, la presencia de Castañón como número uno es lógica e indiscutible, dando continuidad al trabajo del 20-D. En el caso de asumir las reivindicaciones de IU, le hubiera correspondido el segundo puesto al Congreso. Y he aquí uno de los problemas. Esa plaza es de Segundo González, hombre de plena confianza de Pablo Iglesias al que en modo alguno se quiere relegar. Es así como se llega al número tres que se asigna a Izquierda Unida. Se daba por sentado que su representación en la lista sería Orviz, pero esta situación lo bloquea. Por dos razones. Primero, porque, en aplicación estricta de las listas 'cremallera', debería ser una mujer. Y segundo, porque es dudoso que la organización expusiera al coordinador a una segunda derrota, tras lo acontecido en diciembre. El panorama es, pues, envenenado.
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