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Alberto Ferreras
Domingo, 8 de noviembre 2015, 07:53
El pasado 24 de octubre, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, viajó a Herat para recibir la bandera española que había ondeado hasta esa fecha en aquel destacamento militar. Con este gesto, se ponía fin a 14 años de presencia militar española en Afganistán.
Pero por avatares del viaje, la llegada se retrasó doce horas sobre el horario previsto, lo que motivó que el aterrizaje del avión que trasladaba a autoridades civiles, militares y periodistas, se realizara ya entrada la noche, algo inusual y no exento de riesgo. Esta circunstancia mostró una forma distinta de ver la realidad de una base militar situada en zona de conflicto.
Por motivos evidentes, las luces del perímetro y del interior de la base eran escasas, puntuales y estaban colocadas en zonas estratégicas que alumbraban sectores muy determinados del lugar. El acto castrense se realizó iluminado de una manera forzada, a contraluz, lo que provocaba sombras en todos los personajes que allí se dieron cita, dejando las caras prácticamente a oscuras. Tan sólo alguna luz de las cámaras de televisión rompía puntualmente esa penumbra, mostrando a los militares y a la propia vicepresidenta.
Tras la finalización del acto, se apagaron las luces que permanecieron encendidas durante la entrega de la bandera, y el acuartelamiento quedó prácticamente inmerso en una total oscuridad. Fue en el trayecto a pie hasta el autobús que nos tenía que trasladar de nuevo al avión donde quedó patente, para muchos de los que nos trasladamos allí, la forma de vida de las tropas en misiones de esta índole.
Durante la ruta hacia la pista del aeropuerto, pudimos percibir, por haces de los vehículos de escolta que nos acompañaban, a soldados supervisando nuestro paso junto a sus vehículos blindados. Las fotografías que se tomaron durante el homenaje y en esos escasos cinco minutos de desplazamiento dan fe de una realidad que permanece ajena a los ojos de la mayoría de nosotros, pero que se repite todos los días para más de un millar de efectivos que se encuentran desplegados en una docena de áreas conflictivas del planeta.
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