«Tendría que pedirle perdón a mi padre, que no ha conocido a sus nietos»

Cuatro meses de agonía. Eso fue lo que el policía piloñes Enrique Nieto pasó entre el día en que Valentín Lasarte le descerrajó un tiro en la cabeza, el 8 de junio de 1995, y el día en que falleció a causa de las heridas, el 9 de octubre. Tenía esposa y dos hijas, una de las cuales, Alba Nieto, tenía entonces 16 años. Ayer, Alba aseguró encontrarse «defraudada» por la liberación de Lasarte, en el que fue «el peor día de mi vida». En referencia a las disculpas ofrecidas por el terrorista, la hija de Nieto indicó a la TPA que «no quiero que me pida perdón. Tendría que pedírselo a mi padre, que no ha conocido a sus nietos», recordando, además, que cada uno de los siete asesinatos de Lasarte sólo le han costado «dos años y medio de cárcel».

Lasarte pasó parte de su condena, desde 2008, en la prisión asturiana de Villabona, donde Instituciones Penitenciarias concentraba a terroristas que habían dado algún signo de romper con la disciplina de la banda. Lasarte llevaba desde 2006 asegurando que no seguía las consignas del frente de makos. En Villabona trabajó en el economato del módulo 5, un área reservada a los internos menos conflictivos y más colaboradores con la administración carcelaria. Según explicaron responsables penitenciarios, Lasarte hizo caso omiso a varios mensajes de la banda terrorista, se dio de alta en la Seguridad Social, aceptó un sueldo cercano a los 300 euros mensuales del Estado y comenzó a servir cafés a otros reclusos y a integrarse en la vida carcelaria, como nunca antes había hecho otro miembro de ETA, por lo que la banda lo expulsó.