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2004. Los Príncipes de Asturias saludan a los muchos madrileños que salieron a la calle para festejar el enlace real.

La reina asturiana que fue periodista

Doña Letizia llega al trono, al igual que doña Sofía, en tiempos difíciles para la monarquía

Leticia Álvarez

Martes, 3 de junio 2014, 01:33

Hace diez años, en 2004, Letizia Ortiz Rocasolano se convertía en Princesa de Asturias en un país que acababa de ser atacado con la mayor de las crudezas por el terrorismo, pero que, boyante en lo económico, veía cómo el sector de la construcción y la fortaleza de la demanda interna sostenían el crecimiento nacional. Sólo tres años más tarde, aquellas cifras positivas se quedaron en mero espejismo y el país entero cambió. De esa transformación ha sido testigo doña Letizia desde un papel institucional de primera línea, y no sólo como acompañante del Príncipe de Asturias, también porque en esa década ha encabezado en solitario 190 actos oficiales y 107 audiencias en las que ha recibido a 2.100 personas, según datos de la Casa del Rey, lo que le ha acercado a la realidad de numerosos colectivos. Por eso el camino que comenzó el 22 de mayo de 2004 cuando sonaron campanas de boda real en la catedral de la Almudena hasta hoy no ha estado exento de complicaciones y altibajos para la esposa de don Felipe. Quizás más de los que nunca hubiera imaginado, sobre todo, por la repercusión del caso Urdangarin en toda la Familia Real. Aunque la Casa del Rey ha tratado de mantener a los Príncipes de Asturias al margen, a doña Letizia no se le escapa la percepción de la calle, sobre todo por el tono que en estos últimos tiempos han ido adquiriendo las protestas antimonárquicas allá donde aparece un miembro de la familia. De hecho, recientemente, en una visita a Miami en la que la pareja fue recibida con una ovación conmovedora, la Princesa se sintió reconfortada y comentó: «Vamos a tener que venir más a Miami».

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Doña Letizia accederá al trono de España en tiempos inquietantes para todas las instituciones y poderes, incluida la Monarquía. Será por tanto un rasgo común que compartirá con doña Sofía al tomar su relevo como reina consorte, por lo que de Su Majestad, de quien siempre ha dicho que toma ejemplo, puede seguir aprendiendo. Pero las diferencias entre ambas, su procedencia social y su popularidad, pueden dar ventaja a la asturiana a la hora de asumir las dificultades en su nuevo papel. La asturiana accede al reinado convertida en una figura mucho más conocida de lo que entonces era la Princesa de España. En estos diez años, ha sido sometida a todo tipo de análisis, críticas y alabanzas. Su papel, su vestuario, su actitud, su transformación física, su estilo, sus discursos y declaraciones han sido escudriñados con y sin límites exponiéndola ante un espejo al que pocos miembros de la Familia Real habían sido situados antes. Es el miembro de la Casa que más medios de comunicación atrae en cada una de sus apariciones y eso también es una escuela, pero es que además doña Letizia ha crecido como cualquier español de a pie en una familia de clase media que se esfuerza por salir adelante trabajando y estudiando.

Nacida el 15 de septiembre de 1972 en el sanatorio Miñor de Oviedo, edificio convertido hoy en la Fundación Gustavo Bueno, doña Letizia es hija de un periodista, Jesús Ortiz Álvarez, y una enfermera, Paloma Rocasolano Rodríguez.

En su ciudad natal, a la que vuelve en cada edición de los premios Príncipe de Asturias y de la que es hija predilecta, creció como cualquier otra niña compaginando clases en el colegio de la Gesta con cursillos de ballet y otras actividades extraescolares. La alumna tiene un expediente escolar impecable y así llega al instituto Alfonso II hasta que por motivos laborales Jesús Ortiz tiene que trasladarse a Madrid y con él se lleva a su mujer y sus tres hijas. La mayor, Letizia, con quince años comienza en el Instituto Ramiro de Maeztu donde conoce al que se convertirá en su primer marido, el profesor de literatura Alonso Guerrero. El enlace, celebrado por lo civil en 1998, apenas dura un año, aunque el noviazgo se había prolongado casi una década.

Profesional

Periodista vocacional, doña Letizia siempre supo que seguiría los pasos de su padre y de su abuela, la conocida radiofonista Menchu Álvarez del Valle, así que se matricula en la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense. Allí acaba Periodismo y cumple otro de sus sueños, viajar a México, un país que le causa fascinación y donde disfruta de una beca de cuatro meses, aunque allí permanecerá por más tiempo. A su regreso, su carrera como profesional discurre tan rápida como siempre ha ido su vida. En 2000, después de trabajar en varias empresas de comunicación como Efe, Bloomberg y CNN+, entra en TVE. Será, para los españoles, la cara familiar que cada día explica un matiz distinto de la nueva moneda, el euro; de ahí, a presentar los sábados el clásico 'Informe Semanal', y convertirse en corresponsal de los informativos para acontecimientos de relieve mundial como el atentado contra las Torres Gemelas, el hundimiento del 'Prestige' y la invasión de Irak. En julio de 2003 es fichada para presentar junto a Alfredo Urdaci el Telediario 2: «Probablemente era la que tenía mejores condiciones. Es una mujer con una gran capacidad de comunicación, tiene nervio periodístico, garra, es una periodista de raza, y yo quería que presentara con todas las de la ley el telediario estrella. Es la mejor», dijo de ella su compañero en la pantalla.

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Aquel informativo enganchaba cada día a don Felipe para seguir las noticias, pero también para ver en acción a una periodista a la que por su belleza y apresto ante la cámara quiso conocer y de la que en pocas semanas se enamoró. La pareja tiene su primer encuentro en una cena organizada por un lobby de periodistas en casa de Pedro Erquicia, director entonces de 'Informe Semanal'. Don Felipe y doña Letizia inician un romance que sabrán mantener en secreto, en una magistral operación articulada por la pareja con la ayuda de la Casa del Rey, para que no sucediera como con otros noviazgos anteriores del Príncipe cuya exposición pública castigó demasiado a las jóvenes protagonistas.

Responsabilidad e ilusión

El 1 de noviembre de 2003, la Casa del Rey, en un escueto comunicado, anunció el compromiso de don Felipe con la periodista asturiana que ya nunca volvería a ejercer su oficio. El día de su presentación en los jardines de la que ahora es su residencia en Zarzuela, doña Letizia, de la mano del Príncipe, aseguró: «He ejercido mi profesión con ganas, ilusión, con fuerza y de esa misma manera afronto ahora lo que iniciamos. Con responsabilidad, con ilusión y con vocación de servicio a España y a los españoles». El Príncipe además avalaba su elección diciendo que «Letizia es la mujer con la que quiero compartir mi vida y reúne todos los requisitos para asumir las responsabilidades como princesa y próxima reina de España».

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Ese momento ha llegado. España tendrá en el siglo XXI una reina plebeya y eso le asemeja al resto de las monarquías españolas, en las que los herederos al trono, todos sin excepción, contrajeron matrimonio por amor, con jóvenes sin sangre azul en sus venas. Pero además se trata de una universitaria, condición que siempre se destaca del Príncipe para avalar su amplia formación como el mejor preparado de los reyes españoles.

Doña Letizia asumió su papel con 31 años, cuando empezó una exhaustiva formación en protocolo, historia e inglés, y desde entonces ha cumplido el papel que la institución le tiene encomendado, que es el de acompañar al príncipe como consorte. En octubre de 2006, estrenó la vigésimo segunda Princesa de Asturias su agenda privada inaugurando un colegio madrileño; su primer discurso tuvo como marco la ciudad de Logroño en noviembre de 2005 con motivo de una celebración de la Guardia Civil.

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Poco a poco fue perfilando un estilo nuevo, distinto al de doña Sofía y con personalidad propia. En sus intervenciones se percibe la formación periodística y sus tablas ante el micrófono. Su agenda se centra en actos relacionados con la sanidad y la educación. Muy comprometida con los niños que padecen enfermedades raras y dolorosas, doña Letizia también ha dado a la educación, y muy en concreto a la Formación Profesional, su espaldarazo asistiendo a varios actos relacionados con esta materia. Como Reina de España verá incrementada su agenda, incluso es probable que, como la reina doña Sofía, llegue a tener su propia fundación a través de la que pueda desarrollar su compromiso con la sociedad de una manera cercana. Muy celosa de su vida privada, de la intimidad de sus hijas y de preservar parte de su espacio vital intocable -de hecho, sale con amigas y viaja sola-, doña Letizia sufrió como el Rey la pérdida de un hermano en difíciles circunstancias. Su hermana Érika falleció en el piso en el que ella había vivido antes de casarse con el príncipe, en la localidad madrileña de Vicálvaro, en 2007. Aquel fue un duro golpe para la princesa del que supo salir con entereza. En este tiempo ha perdido también a su abuela materna, Enriqueta Rodríguez, y a su abuelo paterno, José Luis Ortiz, a quien se sentía muy unida y visitaba habitualmente en la aldea rioseallana de Sardéu, y antes de ser princesa a su madrina Cristina Ortiz, fallecida tras una grave enfermedad. Su conducta pública ha sido irreprochable; de su vida privada, la prensa rosa ha reflejado situaciones que no hacen más que acercarla a una mujer de su tiempo con vida personal más allá de la Zarzuela, que disfruta de sus amigas y que mantiene diferencias puntuales con su pareja sobre determinados asuntos sin perder de vista la enorme responsabilidad de su compromiso con la institución.

De hecho, en esta década que la convertirá de periodista a reina ha cumplido con el mandato monárquico fundamental, perpetuar la dinastía a través de las infantas Leonor y Sofía. Leonor, que pasará a ser Princesa de Asturias, nació el 31 de octubre de 2005, y su hermana Sofía, el 29 de abril de 2007. A doña Letizia le corresponde ahora la responsabilidad de sustituir a doña Sofía, cuya conducta ha sido para todas las voces expertas inmaculada, pero ante todo tiene por delante un desafío, la trascendente formación de su primogénita como Princesa de Asturias y heredera al trono en un nuevo siglo, ante una nueva generación que habrá olvidado la relevancia histórica de su abuelo para consolidar la democracia y hacer triunfar la Transición. Para su hija, como para ella lo fue la Reina, debe ser ahora el mejor de los ejemplos.

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