Álvaro Romero
Viernes, 18 de enero 2019, 08:09
La bonita ciudad de Dijon encuentra su sitio en el este de Francia, a poco más de 300 kilómetros de París y tan solo 150 de la frontera con la vecina Suiza. Se caracteriza por ser la capital de la región de Borgoña- Franco Condado ... y situarse cerca del nacimiento del famoso río Sena, cauce que más adelante atraviesa imponente la ciudad parisina.
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La carga histórica que arrastra Dijon esta patente aún a día de hoy y se puede comprobar en cada rincón, calle y edificio que allí se levanta. Durante la Edad Media asumió la capitalidad del Ducado de Borgoña, uno de los más poderosos del panorama europeo. Posee un patrimonio arquitectónico y cultural único, cuidado con mimo y conservado de manera concienzuda. A todo eso se suma la tradición culinaria, que hace de esta urbe un lugar ideal para disfrutar, también, con el paladar.
Tras el brillante medievo que le ayudó a crecer en todos los aspectos, especialmente en el económico y cultural, continuó su desarrollo. Durante los siglos XVII y XVIII el Renacimiento dejó entre sus calles espectaculares palacios que hoy en día son motivo de visita por parte de los turistas.
Así fue denominada por Francisco I, quien quedó maravillado por la estética silueta que mostraba la ciudad desde la lejanía. Ya en su interior, el trazado urbano discurre anárquico, especialmente en el centro histórico, el mayor de sus tesoros. Calles sin orden que derrochan encanto entre suelos y muros de piedra que comparten espacio con casas de entramado de madera.
El turismo es una de las principales fuentes económicas de la urbe, conocerla en profundidad es toda una experiencia y poder hacerlo a pie o en bicicleta un valor añadido para disfrutar tranquilamente de todo su patrimonio.
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Uno de los edificios más destacados es el palacio de los Duques y los Estados de Borgoña, de finales del siglo XIV. Los Duques de Borgoña transformaron el antiguo castillo de Dijon en este monumental palacio. Una obra arquitectónica impecablemente conservada, mezcla de estilos gótico y renacentista, digna de admirar tanto exterior como interiormente. Preside la Plaza de la Liberación, alberga el museo de Bellas Artes y el Ayuntamiento.
El apelativo de «ciudad de los 100 campanarios» hace referencia a la gran cantidad de iglesias que salpican el trazado, edificios religiosos alzados a través de los siglos. Entre ellos destacan la catedral de Saint- Bénigne, la iglesia de Saint-Michael o la de Saint- Philibert. Pero, entre todas ellas merece la pena destacar la de Notre- Dame, de estilo gótico es considerada como una de las más antiguas. La Chouette (la lechuza), emblemática en Dijon yace esculpida en la fachada norte de esta iglesia. Tiene la reputación de cumplir deseos siempre que se acaricie con la mano izquierda.
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La arquitectura civil es una de las señas de identidad de la urbe. En la altura destaca la torre de Felipe el Bueno que, con más de 45 metros, se levanta por encima de los tejados y del conjunto de edificios que marcan el paisaje urbano de Dijon. Un símbolo de poder y prestigio que se mezcla con decenas de casas de madera y otras tantas de piedra, ambos estilos y materiales son el reflejo de la historia.
Todo ello sin dejar pasar las más de 700 hectáreas de parques y jardines. Allí se consigue conjugar en armonía la arquitectura y la naturaleza, formando espacios perfectos para pasear o dar una vuelta en bicicleta. Junto a ellos no pueden faltar los museos y galerías, el más rompedor, bautizado como Le Consortium, expone importantes obras de arte contemporáneo.
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Comarca conocida por su riqueza gastronómica y el buen hacer de sus gentes es, además, la puerta de entrada a los viñedos más importantes de Francia, la Cote de Nuits y sus vinos de renombre mundial. Los campos perfectamente cuidados por los vinicultores, junto con las condiciones climatológicas de la región, hacen posible la maduración de una uva realmente deliciosa.
Productos y elaboraciones locales como la mostaza de Dijon o el pan de especie hacen las delicias de visitantes y vecinos. La crema de grosella negra, licor dulce tradicional de la región de Borgoña, es otro de los manjares locales, perfectos para degustar antes de finalizar la visita a esta fantástica localidad.
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