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El bar Savoy de la calle Dindurra cumplió el pasado 22 de diciembre tres décadas de andadura en la noche gijonesa. La efemérides se festejará con fruición este fin de semana en sus dos locales y en el Albéniz. Echando la vista atrás, su propietario, ... Javier Egocheaga (Gijón, 1964), revela que este proyecto tan longevo surgió «de carambola». El entonces vocalista del grupo rockabilly Lucas y los Patosos llevaba un tiempo trabajando de peluquero con los Hermanos Blanco y, justo un año antes de inaugurar el bar, le tocó «un poco de lotería», por lo que se marcó un plazo para cambiar de vida.
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Varios planes rondaron por su cabeza: desde atravesar América con un colega hasta montar una pequeña barbería retro. Al final, un chaval que había trabajado en Sed de Mal -que era por aquel entoces el pub moderno y vanguardista de la ciudad, abierto desde 1984-, le propuso que aunaran experiencia hostelera y musical para pillar ese establecimiento sito en la calle Dindurra 21. «La sociedad duró un mes, así que decidí asumir yo el riesgo pleno», recuerda.
Fueron unos comienzos difíciles «por el estigma del rockabilly», comenta. El negocio no empezó a despegar hasta que decidió acudir a la Semana Negra en su etapa frente a El Molinón: «Ahí la ciudad nos conoció y pensó 'esta gente no muerde a nadie' y que era un sitio diferente». El Savoy ha introducido cambios decorativos, pero fieles a una línea estética. Y el dueño no duda en asegurar que la barra, de doce metros de longitud, es «la protagonista del bar, es la que más me gusta de la ciudad».
Entre los músicos célebres que trasnocharon en el Savoy se puede mencionar a Lee Rocker, contrabajista de los legendarios Stray Cats; el guitarrista estadounidense Sleepy LaBeef, Loquillo, Carlos Segarra, de Los Rebeldes, o los miembros de La Frontera, Gabinete Caligari o Malevaje. Y, por supuesto, todos los músicos locales vinculados al rock y otros estilos afines.
El Savoy comenzó con una colección de quinientos LP's y ahora supera los tres millares de vinilos y más del doble de discos compactos. Las señas de identidad estilísticas son extensas: del jazz al pop de los sesenta, pasando por el rock and roll, el swing el Rythm & Blues o el soul. Preguntado por algún tema que haya sido 'banda sonora' del local, Javi 'Savoy' menciona la peculiar versión de 'Just a Gigolò', del trompetista Louis Prima, «y Elvis, por supuesto». Y recuerda que durante una época echaban el cierre «con canciones tribales de los indios apaches». Porque, en efecto, desalojar al personal no era tarea sencilla. «El concepto es sentirse como en casa y la gente perdía la noción del tiempo, amanecías allí», comenta el dueño de un local que jamás tuvo televisión. Calcula que habrán trabajado en el viejo Savoy unas cuarenta personas, entre ellas, su esposa Pili, con quien lleva desde los 17 años y que le respaldó «desde el principio», o su hermano Roberto 'Cohete'.
El mayor hándicap del Savoy ha sido la imposibilidad de programar conciertos, lo que le animó a abrir en 2007 una filial en la calle Pelayo. Un lustro más tarde, aquella aventura llegó a su fin, algo que el empresario atribuye a la ley antitabaco. Y trascurrieron otros dos años y nueve meses entre el cierre de Pelayo y la reapertura victoriosa en la calle Covadonga, donde esta medianoche actuarán Los Vólidos y Los Paramétricos, la otra banda del anfitrión.
Mañana, en la sala Albéniz (21 horas. 25 euros), actuará el grupo madrileño de doo wop The Del Prince & the Kings of Rythm -que repetirá actuación el domingo al vermú en el Savoy, pero esta vez a capela- y la banda británica de R&B y rockabilly Aisha Khan & the Rajas, que vendrá con Denver, un guitarrista prodigio de tan solo 16 años de edad, y Moisés Sorolla, exbatería de Los Rebeldes. La fiesta se bifurcará después hacia el Savoy Club, con Trashtornados y los madrileños Massapequa Trío, y en el bar treinteañero con la dj gallega Miss D'Vil.
Javi resume así estas tres décadas: «Sin haberlo planeado, acabé consiguiendo la coartada ideal para comprar discos y compartir mis pasiones con los demás». Se conforma con haber consolidado el proyecto y su únido deseo es «ir cumpliendo aniversarios». Y confiesa que su hija Brenda, de 16 años, «desde temprana edad dice que se va a dedicar al negocio familiar». Todo un orgullo paterno.
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