Calentitos y a remojo

Alguien llamó a Asturias el país del agua. Lo es y no solo por la abundancia de precipitaciones. Aquí, las fuentes brotan en cada rincón, los ríos pasan por cualquier lugar; hay humedales, rías, lagunas y lagos esparcidos por los cuatro cabos de la región. Hubo un tiempo, desde el siglo XIX hasta ya entrado el XX, en que esta tierra del agua lo era también de los balnearios. En la España decimonónica el mapa de los bañistas de aguas salutíferas limitaba al oeste con La Toja, al norte con Las Caldas, Fuensanta, Borines, Solares y Cestona, y al este con Vichy. Desconocían las ventajas del spa y los cientos de combinaciones posibles hoy en cualquier circuito termal. Desde su triste época –da igual que la llamaran bella– sin duda nos envidiarían por las innumerables posibilidades lúdicas, curativas o simplemente relajantes que brindan los balnearios de nuestro tiempo como plan infalible para cualquier fin de semana.

De las estaciones termales con las que contó Asturias en la época dorada de los balnearios, Borines y Fuensanta hace décadas que dejaron de ser establecimientos con hospedaje destinado a los bañistas para convertirse en plantas embotelladoras de aguas. Tan solo Las Caldas, en Oviedo y Las Mestas, en Ponga, conservan –tras haberla recuperado– la tradición residencial ligada a sus fuentes mineromedicinales. En el primero de ellos, hoy Las Caldas Villa Termal, además de los servicios de alojamiento y restauración en sus dos hoteles, se ha rehabilitado el antiguo balneario real, con su manantial de aguas mesotermales (con una temperatura de 40 grados), adaptándolo a una completa carta de servicios integrados en su circuito de hidroterapia. A la vez dispone de un parque exterior, Aquaxana, con los más modernos recursos para disfrutar del relax y el ocio en sus piscinas, baños y saunas. Por su parte, La Casona de Mestas es un hotel rural situado en el entorno del Parque Natural de Ponga que incluye en su alojamiento el acceso al manantial del balneario histórico (conocido desde el s.XVIII), con aguas de escasa concentración mineral y efectos sedantes.

Son varios los establecimientos hoteleros asturianos que actualmente disponen de instalaciones balnearias destinadas a sus clientes y abiertas al público general. El Hotel María Manuela, en Benia de Onís, presenta su spa en una gruta y La Hostería de Torazu, en Cabranes, muestra su propio circuito termal en el espacio Les Agües de Torazu, también integrado en el entorno. Sin alejarse de los núcleos urbanos, hoteles como el avilesino Zen Balagares o Langrehotel, en La Felguera, permiten el disfrute de sus equipamientos de hidroterapia a la carta. Si no saben qué hacer este finde, les proponemos darse un baño en ese plan.

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