Primero fue Víctor Manuel, que «se entusiasmó» con el proyecto. Y, a partir de ahí, contagió también a Ana Belén, que, inmersa en la presentación de su nuevo disco ('Vida') y haciendo malabarismos con su complicada agenda, dijo que sí. Y, después, ... los dos propusieron de forma consensuada a Luis García Montero, hoy al frente del Instituto Cervantes, para que se ocupase de parir «unos textos absolutamente maravillosos y poéticos». Esa fue la génesis de 'El faro', la criatura marina que empezó a gestarse hace tres años y medio como un simple concierto sinfónico y que mañana desembarca en el gijonés Teatro de la Laboral convertido en gigante de la mano de un hombre experto en sumar fuerzas: Manuel Paz.
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A él corresponden la producción y la dirección musical de este ser «inclasificable» que es un homenaje a esa mar que tan estrechamente vinculada está a Asturias y a los hombres y mujeres de todas las épocas y latitudes. Un tributo en el que se narran los últimos momentos de un farero a punto de ser devorado por la tecnología, porque su puesto de trabajo será ocupado por un ordenador.
Ese despido se transforma también en una metáfora de muchas cosas:de la transición permanente en la que todos andamos inmersos de una u otra forma, de la relación entre los humanos y las máquinas, de las tensiones entre lo viejo y lo nuevo. Y, en suma, en una reflexión sobre la vida misma y sobre las dudas que nos atenazan a la hora de encontrar un nuevo camino. Pero todo, con un mensaje de esperanza, de luz que guía a los navegantes, un símbolo de la tierra firme en estos tiempos de incertidumbre y océanos procelosos que, al final, se convertirá en una celebración colectiva de la belleza: «La belleza del mundo, de las personas, de la vida».
Será el actor Alberto Rodríguez el encargado de encarnar a ese farero, que, en sueños, entablará un diálogo con la diosa Atenea, a la que dará vida una Ana Belén nunca antes vista, porque 'El faro' no es ni un concierto sinfónico ni una ópera ni una obra de teatro ni un recital poético ni una película ni un musical ni un 'vídeo mapping', pero, al mismo tiempo, tiene algo de todos estos formatos y eso lo hace único.
Y, además, con marcado sello asturiano, porque Javier Blanco ha compuesto su banda sonora, con sonidos que navegan por el folk y el jazz o el sinfonismo, pasando por el rock o el funky.
Una singladura musical «muy cinematográfica» que será interpretada por la Orquesta de Cámara de Siero (OCAS), el Coro de Voces Blancas del Nalón y por Emilio Ribera, Marco Álvarez (La Destilería, Avalanch) y Sam Rodriguez (Real Straits) y que, por innovar, incluye hasta un tambor taiko construido en Peón con una barrica de sidra que confiere a la composición de Blanco «una sonoridad épica, muy impactante, como de 'El Señor de los Anillos'. Tengo miedo de que los japoneses nos vengan a copiar cuando lo vean», bromea Paz.
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También otro antiguo colaborador de las OCAS, Andreas Prittwitz, ha arrimado el hombro musicalmente en este proyecto con dirección escénica e iluminación de Laura Iglesia y Carlos Dávila, de Higiénico Papel Teatro, escenografía de Josune Cañas y con Rob Loren y Fernando Oliva encargándose del aspecto visual y del videoarte, que se sincronizará a la perfección con la partitura.
«Un elenco de lujo» para una experiencia que, en palabras de Alberto Rodríguez, es, fundamentalmente sensitiva. «Un espectáculo muy orgánico y muy poco lógico. Se trata de abrir los sentidos y dejarse llevar», explica.
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El entusiasmo que destilan cuando lo cuentan resulta más que notable y la prueba es que más de un centenar de personas han trabajado en paralelo para levantar este fondo marino del que nacen «hilos de pensamiento». Los beneficios crematísticos, en cambio, serán más bien exiguos, pero todo augura una travesía fructífera que concluirá con una canción compuesta expresamente por Víctor Manuel para la ocasión y que interpretará Ana Belén, ya despojada de sus ropajes divinos, pero «una diosa de la cultura en este país» al fin y al cabo. Un tema compuesto sobre un poema del mexicano Hugo Gutiérrez Vega, descendiente de asturianos, que el de Mieres ha titulado 'Las laboriosas vidas marineras'.
Dice Gutiérrez Vega en sus versos:«Es el grave Cantábrico / el cementerio de veloces vascos /de montañeses esperanzados en la 'sotileza'/ de asturianos en busca de las Indias / de gallegos expertos en volver». Una ola tan poética como universal que promete arrastrarnos mar adentro si sabemos flotar.
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Ana Belén se mete en la piel de Atenea, diosa de la sabiduría, en 'El faro', pero, a pesar de eso, ayer confesaba en el Centro Cultural de La Fresneda, mientras pasaba su texto junto a Alberto Rodríguez y bajo la dirección de Laura Iglesia, que «en este oficio de la actuación nunca se deja de adquirir conocimientos. Somos un poco como los investigadores».
«Sigo aprendiendo sobre el escenario», aseguraba a ELCOMERCIO la cantante y actriz que atesora una de las trayectorias artísticas más brillantes de nuestro país, pero que todavía se sigue preguntando si su público sigue ahí cuando, tras once años de silencio, acaba de volver al ruedo musical con 'Vida', un trabajo que cuenta con once canciones inéditas y que produce su hijo, David San José.
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También inédita es 'Las laboriosas vidas marineras', el nuevo tema creado expresamente por Víctor Manuel para 'El faro'. Una composición en la que se ha inspirado en los versos del poeta mexicano de ascendencia asturiana Hugo Gutiérrez Vega y que hoy Ana Belén ensayará junto a la Orquesta de Cámara de Siero, dirigida por Manuel Paz, artífice de este espectáculo ambicioso y de imposible clasificación junto al compositor Javier Blanco.
Y, cuando al fin se suba al escenario del Teatro de la Laboral, la madrileña que es camisa blanca de nuestra esperanza, musa de la democracia, la misma que nos lía la pata de la cama y que ha inspirado algunas de las canciones de amor más bellas del de Mieres, se pondrá nerviosa:«Los nervios nunca se pierden». Eso sí:quizá mañana ligeramente atenuados por estar en la que es su casa, que tan bien conoce:«Venir a Asturias siempre es muy especial, porque el cariño de la gente se manifiesta a cada momento».
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Ya dice el texto de García Montero, que se pregunta si la ciencia y la técnica tienen corazón, si nos hemos convertido en una sociedad complaciente y embrutecida, si hay vidas que llegan hasta la muerte sin dejar de ser manantial:«Conviene quedarnos solos cuando emprendemos un sueño colectivo».
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