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Cinco pueblos en los que perderse este otoño

Cinco pueblos en los que perderse este otoño

De oriente a occidente, Asturias está repleta de paisajes, monumentos e historias que merecen ser descubiertas

Viernes, 29 de noviembre 2019, 04:05

El otoño deja sobre Asturias un manto rojizo que hace de sus pueblos rincones bucólicos en los que perderse y disfrutar de sus paisajes, su gastronomía y de los tesoros que se esconden entre sus caminos. Con los árboles cada vez más desnudos y los primeros copos de nieve cubriendo las lejanas cumbres, los fines de semana se convierten en ocasiones perfectas para descubrir la Asturias rural que vive ajena al ruido y sigue ritmos propios, que escapan de la vertiginosa velocidad urbana. Por eso, proponemos cinco lugares en los que perderse este otoño. Quirós, Los Oscos, Morcín, Cabrales y Piloña guardan en su mapa cinco aldeas en las que aún quedan recuerdos de pasados remotos en forma de torres, canciones y bailes. También habitan aquí leyendas de xanas y trasgos, los encargados de cuidar de unos bosques que hacen que cobre todo su sentido la denominación de «paraíso natural». Un paraíso con tejos centenarios, playas fluviales, miradores, decenas de hórreos y paneras desperdigadas por las caleyas y una gastronomía para deleitar al paladar.

Bermiego, un monumento natural

En esta aldea de Quirós el protagonista es su tejo milenario

En Bermiego se respira la calma. El riachuelo corre con las lluvias atrapadas en su generoso caudal y rompe el silencio junto con los ecos de algún ladrido. En los corredores de las casas, alguna vecina asoma y otea el espectacular paisaje que, para unos pocos afortunados, fue cuna y nunca dejó de ser hogar. En Bermiego parece que el tiempo quedó congelado. Su tejo, con más de un millar de años, es uno de los monumentos naturales más importantes del Principado y, tras sus ramas, se levanta la Iglesia de Santa María, donde se oculta la historia de un pueblo, que desde las faldas de la sierra del Aramo, parece el escenario de cualquier fábula. Bermiego es la visita ideal para desconectar del mundo y conectar con la vida.

El famoso tejo de Bermiego. :: alejandro badía

Santalla, un paraíso forjado a fuego

Esta localidad alberga una herrería, aún activa, del siglo XVIII

Los tejados de pizarra son la única interrupción al verde infinito de Santalla, la capital de Santa Eulalia de Oscos. Aquí la vida se forja a fuego desde el siglo XVIII y los hilos se entretejen como antaño se hacía. Las curiosidades también tienen cabida, pues aquí se encuentra la casa natal del marqués de Sargadelos, en la que aún permanece su legado. Santalla, pese a estar escondida entre las montañas, puede presumir de tener una espectacular playa fluvial que se hace hueco entre los bosques y convierte el paraje en un lugar aún más idílico. Las sendas recorren su naturaleza y abren camino a todos aquellos que quieran profundizar en la visita y observar, desde dentro, sus encantos de cuento. ¿Conoce la cascada de la Semeira?

La cascada de la Semeira.

Peñerudes y su torreón medieval

Recuerdos del pasado y miradores al futuro, en Morcín

Peñerudes es un paraje onírico que quedó atrapado en el insomnio de la realidad. Su torreón en ruinas se recorta en la cumbre de la montaña y deja testigo en pretérito de la fuerza guerrera de la aldea. De origen medieval, fue en su día un fabuloso observatorio defensivo del pueblo y es ahora un recuerdo de un pasado señorial que construyó en piedra este edificio que se ha convertido en una valiosa herencia. También es llamativo en este pueblo, el embalse de Alfilorios, sobre el cauce del río Barrea, que abastece con su agua a la zona central de Asturias. En su orilla se encuentra el mirador del Monsacro, donde también se localizan dos capillas de origen medieval que completan una maravillosa vista.

El torreón de Peñerudes. :: Juan de tury

Asiego, una mirada al picu Urriellu

La Ruta del quesu y la sidra es la mejor forma de conocerlo

Asiego, Pueblo Ejemplar 2019, es un mirador con vistas al picu Urriellu, en el que resulta llamativo, además de su paisaje, la rebeldía de sus habitantes, que se empeñaron en hacer de este pequeño pueblo cabraliego, su aldea pensada. Un ejemplo del esfuerzo vecinal es la Ruta del quesu y la sidra, una manera perfecta de ver la forma de vivir y los manjares que produce esta aldea de menos de un centenar de habitantes. Para admirar su belleza en todo su esplendor, el mirador de Pedro Udaondo es el lugar perfecto para ver el Urriellu. Para empaparse del espíritu local, queda disfrutar de su gastronomía con el queso Cabrales como protagonista y la sidra para acompañar. Un balcón sobre los Picos de Europa.

Las espectaculares vistas desde Asiego. :: mampiris

Hórreos y paneras en Espinaréu

El conjunto patrimonial de esta aldea es uno de los mejores

Un paseo por Espinaréu es una ruta con la vista puesta en los hórreos, las paneras y las viviendas tradicionales asturianas que pueblan sus caminos. El sablor asturiano inunda esta aldea con aroma a madera, en la que el río serpentea entre las fincas y dibuja lugares mágicos. Espinaréu es un refugio rural adonde acudir para hacer rutas –suba a la Pesanca y pasee junto al río del Infierno–, también para deleitarse con la gastronomía asturiana. Las balconadas en las casas repletas de coloridas flores y la iglesia de Santa María de las Nieves hacen que apetezca recorrer esta aldea fijándose en cada detalle de sus rincones para acabar, sentados bajo un hórreo, desgutando las delicias de Espinaréu.

Una panera de Espinaréu. :: mampiris

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