FÉLIX PÉREZ
Martes, 31 de agosto 2021, 04:48
En la época de los astures y los romanos ya decía el historiador griego Estrabón que los pueblos del norte de Hispania consumían 'Zytho' -posiblemente la precursora de la sidra actual- «y poco vino». Desde entonces, la bebida por excelencia de Asturias ha ido evolucionando ... y adaptándose a los paladares del momento sin olvidarse de unos orígenes que los maestros llagareros han protegido de generación en generación.
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Los llagares han desarrollado un drástico cambio en los últimos 100 años. De producir pequeñas cantidades con maquinaria artesanal a convertirse en importantes empresas con capacidad para distribuir por toda España. Así pues y con vistas a dar a conocer el rico mundo de la sidra natural, llagares como Cortina, Crespo, Castañón o Trabanco promocionan el concepto de 'sidraturismo'. Un proyecto que desde 2018 tiene como objetivo catalogar la bebida como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Sidrerías, alojamientos turísticos, organismos públicos y por supuesto llagares forman parte de la iniciativa. Estos últimos, entre otras actividades, organizando visitas guiadas a sus pomaradas y factorías, y con una respectiva cata de la bebida fermentada. Todos parten del objetivo de no perder el tren del progreso y las nuevas competencias de mercado.
Sidra Crespo es uno de los llagares que quiere estar a la vanguardia. La bodega se encuentra situada en Sales, a apenas diez minutos en coche de Colunga. Y según cuenta Rosa Cifuentes, el año está siendo excepcional, «casi todos los días estamos completos y viene gente de toda España. Incluso Francia, Italia o República Checa». La entrada es gratis, «tan solo hay que avisar con antelación por teléfono» señala. Y es que no solo las instalaciones sino también el entorno invitan a conocer el lugar. La playa de la Griega, el Muja y la Sierra del Sueve presidiendo el escenario son un todo un imán de turistas. De mano de un guía, los visitantes conocen la elaboración artesanal del líquido y «les enseñamos como se maya de forma tradicional», señala la encargada. También aprenden conceptos como, la fermentación o la vecería, un fenómeno aplicable a los manzanos que provoca una alternancia de buena cosecha durante un año y una mala al siguiente, junto a otras muchas curiosidades del proceso de elaboración artesanal.
Sí algo saben los llagares es el valioso testimonio con sabor a manzana que han heredado. Es el caso de casa Trabanco, que milenios después de ser pronunciada, recuerda en una de las barricas de 22.000 litros de la bodega la cita del incansable viajero griego Estrabón. El llagar realiza uno de los tours más completos del Principado. En su visita se puede ver la amplia pumarada que rodea al recinto y un túnel ferroviario de 1892 reconvertido en depósito con capacidad para más de un millón de litros de sidra, donde Andrea Alaez y sus amigas de Madrid -quienes se encontraban de despedida de soltera- aprovechaban para hacerse una foto para sus redes sociales. También el recorrido cuenta con una visita a las prensas de madera tradicionales, que a Vicente Ribes y a su pareja israelí les recordó a las bodegas de la rioja: «Somos aficionados a hacer este tipo de turismo», expresaban mientras descubrían la técnica del mayado. Aparte, es posible conocer un pequeño museo con antiguas máquinas industriales, como la tronzadora o la corchadora y, por último, recorrer la bodega Casa Alicia, donde los visitantes -más numerosos que nunca- pueden degustar sidra de barril de roble e intentar escanciar un culín de agua. Las risas están aseguradas. En palabras de Ana González, responsable de las visitas turísticas, «estos tours son la mejor oportunidad que tenemos para reflejar nuestros valores: Tradición familiar, paisanaje y arraigo».
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En Villaviciosa se encuentra una de las más laureados llagares asturianos: Castañón, elaborador de la sidra DOP Val de Boides, ganadora durante dos años consecutivos del premio a la mejor sidra de Asturias entre otros títulos. Un recorrido a través de sus instalaciones en el que se recorre el camino de la manzana, desde el árbol hasta la botella. «Es en los meses de octubre y noviembre cuando resulta más interesante visitar el llagar, ya que es la época de pañar la manzana», explica allí Marta García. Aún así, este verano y el anterior están siendo «muy buenos» y esperan que, en un mes, lleguen visitas internacionales a través de los cruceros que pasan por Gijón.
Sidra Cortina no se queda atrás y ofrece en sus visitas la degustación de su mejor sidra de tonel, en una espicha. El sidraturismo, zanjan, es el futuro.
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