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Núria Espert, en Oviedo, el pasado mes de octubre.
«El teatro es una asignatura espiritual»

«El teatro es una asignatura espiritual»

Núria Espert vuelve con 'Incendios', que hoy llega a Avilés y mañana y el domingo, a Gijón. Ramón Barea, Álex García, Carlota Olcina, Alberto Iglesias, Laia Marull, Germán Torres y Lucía Barrado la acompañan en escena

MARIFÉ ANTUÑA

Viernes, 31 de marzo 2017, 01:10

Las giras son cansadas; y un personaje como Nawal deja huella a diario. Pero a Núria Espert ni le pesan los años (han pasado 81 desde que nació en Barcelona) ni los kilómetros ni el dolor que acumula en 'Incendios', la obra de Wajdi Mouawad que bajo la dirección de Mario Gas llega hoy a las tablas del Niemeyer con las localidades agotadas. Mañana y el domingo estará en el Jovellanos. Ramón Barea, Álex García, Carlota Olcina, Alberto Iglesias, Laia Marull, Germán Torres y Lucía Barrado la acompañan en escena.

Agotó en el Campoamor, ha agotado en el Niemeyer y en Gijón prácticamente solo quedan entradas en general. ¿Pesa tanta responsabilidad?

Muchísimo, pero también da alegría, fuerza y ganas de continuar con una gira dura, con montones de representaciones y viajes. Pero al final se produce ese encuentro con el público y satisface saber que la respuesta es tan buena.

¿Le pesa tanto viaje?

Todavía no, pero pesará. Estamos hasta final de año, aunque hay de nuevo actuaciones en el Teatro de la Abadía, en Madrid, y después en Barcelona, que me apetece muchísimo.

¿Y cuánto le pesa Nawal?

Es muy duro, pero lo son todos los personajes. Es una obra coral, y cada uno tiene sus momentos de dolor y de entrega total, de gran emoción. El mío es un momento que hace daño repetirlo, tratar de reencontrar la primera emoción, que esa emoción sea nueva cada día, que no sea repetición de la de la ayer.

¿Cómo se hace eso?

Yo con mucho sufrimiento, no sé si otros compañeros encuentran la manera de hacerlo con más facilidad. A mí la escena en la que Nawal está ante el tribunal internacional y se enfrenta a su verdugo, me deja machacada para el resto del día.

¿Le cuesta más entrar o salir del personaje?

Entrar. Después el día toma las riendas y te dejas llevar por lo que está pasando, buscando cómo está ella en ese momento en el que va a contar esas cosas terribles por primera vez, que no las ha dicho a nadie antes. Y lo hace en una sala llena de gente, con un juez, un jurado, y el verdugo. Ahí me cuesta entrar.

¿Es Nawal uno de los grandes personajes de Núria Espert?

En mi alma sí. Está junto a los más grandes, junto a Lear, junto a Yerma, es muy corto pero sí lo es.

¿Qué tiene Wajdi Mouawad que es capaz de trazar personajes tan enormes?

Es uno de los más grandes escritores del siglo XXI, ya no necesitaría escribir más para serlo. 'Incendios' le ha colocado en ese sitio. Es un texto que permanece. Las generaciones pasan y el texto está ahí, siempre nuevo, siempre reluciente, siempre incendiado.

¿Qué ha de tener un texto para ser siempre nuevo, reluciente e incendiado?

Tiene que llegar al corazón y a la mente, tiene que hablar del fondo de uno mismo, tiene que lograr que todo el mundo se pueda reconocer en él, tiene que tener una gran calidad dramatúrgica... Porque las ideas se tienen que convertir en teatro representable. El teatro no es más que literatura para ser representada, para alguien que está sentado junto a ti, para conmoverle y hacerle reír, para hacerle pensar, para satisfacerle y divertirle en el sentido más amplio de la palabra, que quiere decir salir de uno mismo y vivir eso que se está viviendo en el escenario.

Es una lectora empedernida. ¿Qué teatro tiene ahora entre las manos?

En este momento me ha pillado leyendo a Angélica Liddell, se habla muchísimo de ella, nunca la he visto y me muero de ganas. Los textos tienen una enorme fuerza y son muy diversos.

Pronto se cumplirá un año del fallo del Princesa de Asturias de las Artes. ¿Cómo valora el premio con el paso del tiempo?

Es un premio especial. Es internacional y yo entiendo que distingue a toda la profesión. Se premió el teatro y antes solo se había galardonado a Vittorio Gassman, precisamente un año que yo estuve como jurado hace ya muchísimo tiempo. Después de la pequeña vanidad de 'mira, me ha tocado', piensas 'qué bien para el teatro'.

¿El teatro español lo necesitaba?

Claro que sí, el teatro español tiene altura suficiente para merecerlo.

En su viaje a Asturias estuvo con estudiantes de arte dramático. ¿Qué es lo que no hay que perder nunca de esos primeros años de aprendizaje?

No lo sé. Supongo que será la afición, el amor. Lo que ocurre es que yo esa afición no la tenía en el instante que comencé en el teatro. Empecé como podía haber empezado a trabajar en una fábrica, no era mi sueño. Yo estaba estudiando danza clásica, me hubiera gustado ser bailarina, pero apareció la posibilidad del teatro, era ya un trabajo remunerado, y lo tomé como se toma un empleo para cobrar. Y después se convirtió en el centro de mi existencia, y en un amor y una devoción que me ha hecho feliz toda la vida. He pasado momentos muy oscuros y negros, como cualquier otra persona se dedique a lo que se dedique, pero ese amor está intacto ahí dentro desde que apareció.

¿Luego para este oficio no se nace si no que se hace?

Se aprende y se nace con ello. Y durante toda la vida nunca dejas de aprender. 'Incendios' es un aprendizaje, como lo fueron 'El rey Lear' o 'La violación de Lucrecia'.

¿Un aprendizaje que debería estar en las escuelas?

Yo lo reivindico. Sé el mucho bien que le hace a los niños, les ayuda a pensar, a sentir, les ayuda a abrirse. Es un prodigio cuando los niños acuden al teatro ver sus reacciones, el gozo con que lo reciben. Yo pediría más, que se involucren más los ministros de Educación y Cultura, que crean firmemente que el teatro es una asignatura espiritural e intelectual que ayudaría mucho.

Después de 'Incendios', ¿qué?

No tengo la menor idea. Ni quiero pensar en nada. Estamos comprometidos con 'Incendios' hasta final de año. Quedan muchas representaciones, mucho dolor, muchas alegrías.

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