Secciones
Servicios
Destacamos
Entre tanta producción inane y opaca de Netflix, ha llegado Guy Ritchie para darle un poquito de brillo a la plataforma. Brillo de «charcutería fina», que es como llamaba Marujita Díaz a la bisutería de calidad, pero brillo al fin y al cabo. Y Ritchie ... lo ha hecho al adaptar su película 'The gentlemen' al formato serie.
En 'The gentlemen', el director retoma la atracción de las clases altas por el hampa, una pulsión que Xavier Giannoli, director de 'Las ilusiones perdidas', también trata en la estupenda 'Sangre y dinero' (Filmin) a través del personaje de Jerôme Attias, un niño rico al que le gusta jugar con fuego. En la serie de Ritchie, es Eddie Horniman (el guapísimo Theo James, aquí con rostro impenetrable) el que se mete en líos criminales cuando, tras la muerte de su padre, hereda el ducado de Halstead y una mansión bajo cuyas tierras hay una plantación de marihuana perteneciente al mafioso Bobby Glass, con quien su padre había firmado un acuerdo que el nuevo duque desconocía.
A lo largo de los ocho episodios, el intento de Horniman por desvincularse de los traficantes será la trama principal que conduzca la serie, combinándose con los distintos desaguisados, casi siempre causados por un desastroso hermano mayor, que Horniman tendrá que solventar en cada capítulo. A su lado, la hija de Bobby Glass, Susie (Kaya Scodelario), ocupa el lugar de su padre mientras este está en la cárcel y mantiene un tira y afloja, en varios sentidos, con Horniman. Y guardando la finca aparece Vinnie Jones, el ex futbolista reconvertido en actor y viejo conocido de la casa, ya que lo vimos en 'Snatch. Cerdos y diamantes' y en 'Lock&Stock'.
Por lo demás, la serie es una remasterización de los grandes éxitos de Guy Ritchie, una vuelta a los temas que lo consagraron al principio de su carrera (macarrismo, cochazos, violencia, alcohol, drogas, matones a sueldo, adrenalina, el contraste entre la clase alta y el lumpen, la fascinación-repulsión entre aristócratas y plebeyos) y a su estilo original: el ritmo vertiginoso, los textos sobreimpresionados, el efectismo artificioso pero elegante, las tramas enrevesadas, el humor negro, el entretenimiento rocanrolero. Más de lo mismo, con todo lo bueno y lo malo que encierra la mirada de un niño bien sobre lo que él cree que son, o le gustaría que fueran, los bajos fondos. Pero mientras Ritchie vuelve a hacer lo que mejor hace y reverdece laureles, seguimos esperando a que ruede una película sobre su vida con Madonna. Eso sí que sería un diamante. Y de muchos quilates.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.