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Los monstruos existen, pero verlos cara a cara provoca tanto sufrimiento que solo podamos enfrentarnos a ellos a través de la ficción. Ese es, entre otros, el motivo por el cual las producciones que giran en torno a un hecho brutal son una apuesta segura, ... sobre todo si llevan a la pantalla una novela que ha sido un éxito de ventas. Es el caso de 'La chica de nieve' (Netflix), adaptación con variantes del libro de Javier Castillo creada por Jesús Mesas Silva y Javier Andrés Roig y dirigida por Laura Alvea y David Ulloa.
La serie arranca con un planteamiento desasosegante: la desaparición de una niña la tarde de la Cabalgata de Reyes de 2010. A partir de ese inicio, el 'thriller' se desdobla en dos tramas principales, ambas protagonizadas por la periodista de investigación Miren Rojo (Milena Smit): la profesional, centrada de la búsqueda de la niña, y la personal, la que nos cuenta el trauma que arrastra Miren (víctima de un crimen no resuelto) y que hace que se implique, más de lo normal, en el caso de la pequeña Amaya. La periodista hurga en la historia acompañada por Eduardo (José Coronado), su mentor, mientras que la inspectora Millán (Alexia Villagrán) hace lo propio junto a su compañero Chaparro (Marco Cáceres).
Ambas tramas van entremezclándose a través del paso del tiempo, puesto que la serie da saltos entre 2010, 2016 y 2019, algo que nos permite ver no solo las escabrosas ramificaciones que tendrá la investigación, sino también la evolución de los personajes principales, desde la misma Miren hasta los padres de Amaya (unos magníficos Loreto Mauleón y Raúl Prieto), pasando por la inspectora Millán, a la que Aixa Villagrán da entidad, y verdad, y acento malagueño.
Pero no hay confusión temporal posible: para que nadie se pierda en este ir y venir de fechas, la serie nos sitúa sobreimpresionado el año (y a buen tamaño) sobre las imágenes. Tampoco hay posibilidad de equívoco acerca de cuál es el motivo que lleva a Miren a volcarse en el caso hasta convertirlo en una obsesión, ya que nos lo cuentan a través de 'flashbacks' que, a veces, resultan repetitivos, tanto como el rictus de Milena Smit, una actriz que, si bien resultó un descubrimiento fascinante en 'No matarás', aquí aparece inexpresiva, distante, sin terminar de conectar con el espectador. Lo mismo sucede entre su personaje y el de José Coronado: se supone que les une una estrecha amistad, una admiración mutua, pero esa complicidad (que sí se palpa entre Millán y Chaparro, un estupendo Marco Cáceres) se tendría que hacer notar más allá de las palabras.
A pesar de que se agradece que los creadores de la serie hayan situado la acción en Málaga, fuera del casi omnipresente Madrid, y que hayan querido dotarla de verosimilitud con la aparición de un medio real como es el diario Sur, que forma parte de este grupo periodístico, lo cierto es que no han conseguido sacarle demasiado brillo a esa localización, como sí hicieron en 'Malaka', otra serie que también se desarrollaba en la ciudad andaluza. Por lo demás, 'La chica de nieve' es una serie digna, resuelta con oficio y corrección, hecha con ganas de entretener al espectador. Y, efectivamente, lo han conseguido: es top 10 en más de 60 países, la más vista de Netflix en España y la segunda en el mundo. Probablemente repitan éxito, ya que el final nos deja a punto para una segunda temporada.
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