Lo mejor de 'Ares', estrenada estos días en Netflix, es que dura poco. Esta afirmación cobra cada vez mayor sentido como frase hecha. Consta de ocho capítulos en torno a 25 minutos cada uno, lo que viene a ser -casi- como ... ver 'El irlandés' del tirón, entrega a entrega sin darle al pause, dejándote llevar por el hipnótico buffer de carga hacia el siguiente episodio, hábil metáfora de nuestra existencia. El concepto miniserie, etiqueta que no se rige con unas reglas claras, según convenga a la promoción del lanzamiento de turno, se agradece cada vez más ante tanta oferta caótica en las plataformas en streaming. Ni encerrándote en casa a cal y canto, sin salir durante todo el fin de semana, da tiempo a ver una octava parte de los que se estrena cada semana online. Los menús de estreno causan taquicardia. Las listas de visionados pendientes van aumentando, alimentando nuestra ansiedad como espectador a la última. Por eso merece la pena que alguien filtre por nosotros tanto material, una firma de confianza, o varias, cuyo criterio ayuda a elegir lo mejor del menú con mayor eficacia. Toca ser práctico como mirón multipantalla.
'Ares', eclipsada por el estreno de la alegre 'Sex Education', viene de Holanda, no confundir con la película homónima de ciencia ficción con producción francesa. El auge del entretenimiento audiovisual bajo demanda nos permite poder degustar propuestas de diferentes nacionalidades y comprobar cómo se las gastan en países de filmografía silenciada (ahí está la alemana 'Dark', por ejemplo). De atractiva, aunque poco original premisa de partida, la serie que nos ocupa puede venderse como un cruce entre la mítica 'Eyes Wide Shut' de Kubrick, sin su poder hipnótico -fusila cierta estética-, y la viscosa 'Society', la barrabasada de serie B de Brian Yuzna de finales de los 80. No tiene el desparpajo de esta última, plagada de gore y babas, donde los ricos se merendaban a los pobres en un acto de fusión carnal, pero presenta igualmente a una secta de gente pudiente que esconde oscuros secretos. No faltan las referencias religiosas y rituales excéntricos a lo largo de una historia cuya estructura narrativa tropieza más de lo deseado.
Otro fotograma de 'Ares'.
El juego con las luces es una de las virtudes de 'Ares', cuya fotografía destaca, especialmente cuando se describen ciertas ensoñaciones que reflejan la paranoia de algunos de los personajes protagonistas, fruto de la espiral de non sense en la cual se ven atrapados. Un grupo de jóvenes quiere entrar en la misteriosa sociedad, para ello deben pasar algunas pruebas extravagantes que pueden no ser lo que parecen. La intriga se estira en demasía, con algunas escenas impactantes con exceso de sangre. No hay humor que valga en lo que viene a ser la primera producción holandesa para Netflix. Creada por Pieter Kuijpers, se apunta al surrealismo con algunas imágenes inquietantes cuyo epicentro es un ente oscuro que puede recordar al Rubber Man de la primera temporada de 'American Horror Story', cubierto de chapapote. Más siniestra que terrorífica (psicológica, dicen), hay que verla sin distracciones para dejarse envolver por una atmósfera alucinógena que funciona a ratos. El final es de los que deja poso, no es fácil de descifrar, dando pie a suculentas posibles lecturas. No exenta de conexiones bíblicas, peca de cierta moralina no apta para todos los gustos.
La primera temporada de 'Ares' está disponible en Netflix.
Vídeo. El tráiler de 'Ares'.
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