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ROSALÍA AGUDÍN
Domingo, 17 de abril 2022, 01:24
cuenta Carmen García que los «negocios no se mantienen solo por su nombre, sino que cada día hay una lucha» para salir adelante. Algo que aprendió desde pequeña, porque en la seña de identidad de su familia está el trabajo de sol a sol. Sus ... padres, Ubaldo y Orfelina, comenzaron en la hostelería con 14 años y llegaron a regentar dos de los negocios más emblemáticos de Oviedo: primero, la Casa Sindical de la calle Santa Susana, y desde hace cuarenta y siete años, La Paloma de Independencia. Su hija tomó las riendas del último hace quince años, manteniendo su característico vermú y las gambas a la gabardina, además de realizar innovaciones acordes a los nuevos tiempos.
García nació el 16 de julio de 1962, «día del Carmen», en el Sanatorio Miñor. Sus padres se conocieron en el bar La Paloma, que por entonces estaba en la calle Jovellanos, y con 18 años se casaron. Al poco cogieron la Casa Sindical y tuvieron cuatro hijos, siendo Carmen la tercera. Fue al colegio de La Milagrosa y vio cómo sus progenitores trabajaron «día y noche».
Los cuatro hermanos también ayudaban porque «nos criamos en el bar». Crecieron y les ofrecieron aumentar su negocio: «Era una niña cuando cogieron La Paloma y la abrieron donde está ahora. Me acuerdo de la inauguración y fue en 1975».
Era Ubaldo quien estaba al frente de este establecimiento; su madre, de la Casa Sindical. «Yo, mientras, estudié Bachiller, hice algo de Turismo y con 18 años empecé en la asesoría Colón y también en la federación de hostelería». Se casó y tuvo dos hijos: Jaime que tiene 28 años y Álvaro de 25, por los que «su madre babea».
Cuando ya eran adolescentes y su padre cumplió 75 años llegó el relevo generacional. «Él nunca pedía ayuda, pero la hostelería implica pasar muchas horas aquí». Fue entonces cuando Carmen se puso detrás de la barra con un equipo que creció junto a Ubaldo. «No fue difícil porque estaba rodeada de unos trabajadores que me vieron nacer. Cuando vine les dije que aprendía de ellos». De esta forma fue moldeando el negocio a sus gustos. «Mi padre venía y se sentaba en una mesa para controlarlo todo. Nunca me dijo nada y, además, la gente le daba la enhorabuena al verme». Algo que le llenaba de orgullo y satisfacción.
Con el paso del tiempo, el equipo que creció con su padre se fue jubilando, lo que la obligó a hacer nuevas contrataciones. «Los más antiguos llevan aquí desde hace cuatro o cinco años y son diez personas. Cuatro de ellas en la cocina, cinco camareros y una chica que limpia porque le doy a la limpieza mucho valor», según cuenta mientras le suena el móvil. Es un cliente para pedirle vermú del que ellos hacen. «La hostelería es mi vocación y me encanta atender a la gente en un negocio con solera pero en el que hay que innovar y gestionar». Es por ello que ha potenciado la cocina con platos típicos como la fabada o con nuevas recetas con los nachos.
Cuando las luces del bar de la calle Independencia se apagan, a García lo que le gusta es disfrutar de su familia. También viajar, caminar y hacer deporte. Practica pilates y no duda en recorrer Oviedo dando un paseo.
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