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GONZALO DÍAZ-RUBÍN
Miércoles, 6 de mayo 2020, 00:47
Sergio Vigil Soto, 41 años, viene caminando «desde La Lloral». Calcula «unos ocho kilómetros por el Naranco» y, con el regreso hasta casa, casi el doble. No ha visto «nada raro», pero «en el Pura Tomás sí que estaba lleno». La distancia de seguridad, esos dos metros o metro y medio al que fiamos la salud estos días, son difíciles de mantener. O directamente se obvian. Los niños de Marta, Olga y Santiago (no quieren facilitar sus apellidos) juegan juntos al fútbol en un parterre del parque de Ángel González. «Son niños», se defiende el último, consciente «de que no se debe hacer, pero no van a estar cada uno con un balón en una esquina». La imagen se repite en Montecerrao. El parque Tuero Bertrand está «lleno», explica Alejandro León, aunque las franjas horarias establecidas separan a mayores de niños. «Es como si se hubiesen suprimido las normas de circulación, la gente corre o pasea por el medio de la calzada para guardar la distancia de seguridad». Son dos de los barrios más jóvenes de Oviedo. Sitios donde aún quedan niños y abundan los deportistas y padres en la cuarentena y en cuarentena. También es joven Quinta del Alba, en Vetusta, pero las aglomeraciones «fueron el fin de semana», explica Javier Lobo, vecino del barrio.
En el centro es otra cosa. Va con horario. María José Busto, «pon setenta» años, ha «salido a dar un paseo por El Antiguo», huyendo «de las aglomeraciones del parque de Invierno». «Lo que da pena es ver todo cerrado y casi vacío, salvo Verdú, que había cola de gente para comprar helados». El Fontán, en horario infantil, está desierto. «Aprovecho para sacar a los perros y a las niñas a la vez», cuenta Belén Lastra, vecina de la calle Uría. El corazón de la ciudad late a deshora: «Por las mañanas, parece el Tour de Francia. Es hasta gracioso, cuando se acercan las diez de la mañana, hay esprines para llegar a casa», cuenta. Luego, baja mucho hasta la tarde. Es la hora de la locura, del desfile de mascarillas, que empieza cuando acaba el horario infantil. Protegida detrás de una, Marisa Álvarez sale «a dar una vuelta». No se siente en peligro, pese a que al cruzarse con la gente, las distancias se acorten pese al ancho de las aceras de Uría. En el parque de Invierno hay una riada de gente; en la Losa, cientos de personas; en Uría, un ir y venir continuo de personas. «Es la hora a la que nos dejan», insiste Álvarez. Hay ganas de dejar atrás «esto, pero también un poco de miedo. Hay gente que no respeta nada y lo podemos pagar los demás».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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