Rafael Francés
Oviedo
Domingo, 3 de septiembre 2023, 00:59
Camina entre viñas vestido de apicultor por culpa de las avispas velutinas que han atacado sus vides en Grado y han terminado con la primera cosecha casera que este reputado veterinario sembró para tener vino propio. La primera en la frente y ahora que tocaba ... cosechar se limita a mirar cómo las uvas de sus 540 viñas se han quedado en el camino pinchadas por las devoradoras asiáticas que han encontrado un maná en la finca de Pedro González Quirós. La ilusión que tenía se ha venido a bajo pero es peleón «y el año que viene lo volveré a intentar aunque, al parecer, tengo embolsar los racimos con organza para evitar que las velutinas me vuelvan a hacer la pascua».
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Nacido en Oviedo en 1962, vocaliza y tiene un hablar sereno. Observa desde unos ojos claros detrás de unas gafas ovaladas y mantiene siempre un gesto relajado tanto cuando habla de sus uvas como de su trabajo. Estudió en el colegio San Ignacio y eso marca su impronta; de hecho sus hijos Pedro, Teresa y Fran, fruto de su matrimonio con Ana, también estudian en los Jesuitas, como corresponde.
Hijo de Pedro, famoso psiquiatra ovetense ya fallecido, y de Marta, licenciada en Historia y directora de varios colegios, es el mayor de seis hermanos: Pablo, Marta, Micaela, María y Covadonga). «Tres de ellos trabajan fuera de Asturias». Ser seis supone un master «en superviviencia porque vivir con seis hermanos significa eso, aprender a sobrevivir». Su niñez estuvo a caballo entre Oviedo y Valseras, «por lo que conozco la vida urbana y la rural». Quizá de ahí le ha venido el intento de crear su propio vino con uva albarín blanco «que no tiene nada que ver con el Albariño».
Como veterinario levantó un pequeño imperio en Oviedo con cuatro clínicas diseminadas por la ciudad . En 2012, cuando subieron el IVA, vendí dos «hasta que en 2019 me compró las otras dos un fondo de inversión inglés con la condición de dirigirlas durante dos años. Así que pasé de dueño a asalariado».
Tras los dos años se tomó otros dos de descanso de los animales y en «enero de este año volvía a abrir una clínica en la Losa aunque esta vez mucho más tranquilo». En esa tranquilidad, en ese huir del estrés se enmarca tanto la desinversión como el viñedo «si no fuera por las velutinas». «Lo que me ha obligado a cambiar el plan y pasar de cuidar vides a desarrollar una estrategia para salvaguardarlas».
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Su vida se mueve ahora en el sosiego. Trabaja por la mañana, come en casa «y echo cinco minutos de siesta», luego vuelve a la clínica y al salir se toma algo con su mujer. Los fines de semana sociabiliza más pues «tengo ocho amigos paisanos con mucho trato, a veces excesivo desde que tenemos Whatsapp».
Evidentemente le encantan los animales y entiende que se humanice a las mascotas «porque se establece un vínculo estrechísimo ya que al contrario de los hijos cuando cumplen años se les coge mucho cariño y se hacen dependientes, pero no debería ser así».
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En los veranos en Menorca con la familia, en una casa que compraron sus padres, coge impulso para capitanear su vida lejos del estrés y muy cerca de la tranquilidad que destila en sus ademanes y en sus palabras. El sosiego como bandera.
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