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DANIEL LUMBRERAS
Oviedo.
Domingo, 22 de abril 2018, 13:15
Además del paso del tiempo, la humedad y el verdín, los técnicos que afrontarán en mayo la restauración de las pinturas murales de San Miguel de Lillo, iglesia mandada edificar por el rey Ramiro I hacia el año 842, se enfrentarán a un enemigo más: ... los grafitis. Y es que ni siquiera el Prerrománico se libra de las pintadas que inundan Oviedo.
Múltiples nombres y fechas del siglo pasado están diseminadas por los morteros de las paredes –que se retirarán para poner en valor los materiales originales– y las columnas. Hay alguno tan antiguo como el que testimonia el paso de un tal Gabino Muñoz en 1925. La mayoría son nombres y fechas, pero hay hasta firmas con todos sus trazos y una oración
«Si hay algún grafiti con valor histórico», el protocolo sería arrancarlo y guardarlo; en caso contrario, les espera la eliminación, indica el restaurador Jesús Puras. A simple vista, ninguno merece el indulto.
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