GONZALO DÍAZ-RUBÍN
OVIEDO.
Miércoles, 25 de noviembre 2020, 01:09
«Se pasan la pelota de un lado a otro y nadie nos dice nada». Los 40 beneficiarios de las viviendas públicas de alquiler de El Campón esperan y desesperan desde hace cuatro meses por las llaves de los pisos sin que ni Vipasa ni la Consejería de Vivienda les aclaren las razones por las que no pueden hacer la mudanza. Desde ayer, la solución está más cerca al conceder el Ayuntamiento la licencia de uso de estas viviendas.
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La noticia llegó de tarde, mientras por la mañana una veintena de las beneficiarias, todas mujeres, acudieron a las oficinas de Vipasa a pedir una fecha de entrega o una explicación de los retrasos. No lograron ni lo uno ni lo otro. Tal vez porque la explicación no dejaba en buen lugar a nadie. El concejal de Somos Oviedo, Nacho del Páramo, acompañó a las beneficiarias durante su protesta y anunció que preguntaría esta mañana en la comisión de Urbanismo por la situación del expediente y si el Ayuntamiento había autorizado ya la ocupación de las viviendas. Lo hizo ayer mismo, según confirmaron fuentes de la Concejalía de Urbanismo, aunque solo para las viviendas, ya que el proyecto del garaje «lo presentó Sedes (constructora del bloque) tres años más tarde y tiene que pintar el vado», explicaron.
A las beneficiarias no les convencían las razones aparentes de la demora: la posible interferencia del garaje del bloque con el cercano paso de peatones. «Si van a pintar un paso de cebra en la calle, no te echan de tu casa», comparaba ayer Nadie Bramani, que, como muchas de sus próximas vecinas ha tenido que dejar el piso donde vivía de alquiler. «Tuve que dejarlo este mes e irme con mi madre», explica. «Yo no podía seguir mareando a la señora, diciéndole que este mes me iba y luego que al siguiente», añade acerca de su situación Eva Gloria Hernández. «Tengo una habitación llena de bolsas desde hace un mes», explica.
Con tres niñas pequeñas, Teresa Lillo solo quería que «nos den las llaves cuanto antes; cuando nos las den, tenemos un mes para dar de alta la luz o el gas y ocupar la vivienda y se nos va a juntar con los gastos de Navidad». Tiene un alquiler, que le «ahoga: pago 300 y pasaría a pagar 130», explicaba. De tarde, al enterarse del avance administrativo por este diario, estalló de alegría y se apresuró a avisar a sus compañeras.
Lillo no ha cambiado de colegio a sus pequeñas, «para no alterar el curso» y tendrá que tirar de coche cada mañana. Otras, como Nadia Bramani, creyeron en los dos meses de plazo que les dieron en julio para entrar en sus nuevas casas, hicieron cálculos y estimaron que podrían empezar el curso en un nuevo centro más cercano a los pisos de El Campón. Lo que ahora está más cercano es poder entrar después de cuatro meses de espera en sus nuevas casas.
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