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PILAR GUTIÉRREZ
Lunes, 18 de diciembre 2023, 00:14
Hace casi 140 años, la calle Argañosa era un núcleo rural formado por a penas una docena de casas. Se le instalaron talleres ferroviarios y de ahí nació el origen de una vía que, en la actualidad, está situada en plena urbe de Oviedo. A pesar de ser conocida por su gran número de comercios, la crisis del 2008 sumada al devastador efecto de la pandemia ha podido con muchos de ellos, pero no con todos. Los que quedan -algunos con una gran veteranía- pueden presumir de una clientela fiel.
Nada más comenzar la calle, se encuentra la tienda de telecomunicaciones Smartcenter, a cargo de Daniel Revelo. «Abrimos el 1 de diciembre, estamos empezando», declaró feliz.
Desde su llegada a España, hace casi diez años, ha estado «trabajando en este sector, en varias empresas», hasta que al fin, después de salir de la última, decidió «tirar por lo propio». «Escogí esta calle por la ubicación: tengo parada de taxi, bus y la avenida Colón al lado. Además, trabajé en Valentín Masip, tenía clientela ya conocida. No hay mejor publicidad posible», resaltó.
La clientela de toda la vida y el «boca a boca» es también lo principal para Laura Vallina en su centro de estética. Natural de Pravia, comenzó en el negocio en 1997, pero al final se trasladó a la Argañosa en 2020. «Siempre me gustó todo lo que es la belleza, trabajar con ella», señala.
A su criterio, «el tránsito en esta calle es brutal», motivado principalmente por el Camino de Santiago y por la multitud de coches, «pero eso no quiere decir que vendas». De ahí que su centro se asiente gracias a la fidelidad de sus clientes, incluso algunas la siguieron desde Pravia. «Es una gran profesional», asegura una de estas clientas, presente en el local.
Entre los negocios veteranos que resisten, destaca la ferretería El Barco, con la familia Alonso al timón de este local desde 1965 aproximadamente, aunque la cogieron en traspaso; la historia, asegura el actual dueño, Jaime Alonso, llega en sus inicios hasta 1937. «Esta era una calle agradecida, con locales funcionando y movimiento, pero no es lo mismo lo que era a lo que es actualmente y lo que será en el futuro», declara. Los cambios en los últimos años la ha afectado negativamente, porque ahora «hay un montón de negocios cerrados».
«Nosoros seguimos aquí al servicio de la Argañosa, de los vecinos y de todo aquel que quiera pasar por aquí», afirmaron padre e hijo en la tienda. Su resistencia, aseguran, se debe a ir «aguantando y creciendo» con los años», gracias, principalmente, a la fiel clientela que les ha acompañado desde que el padre de Alonso decidiera tomar las riendas de la tienda.
José Fernández también cogió su local en traspaso, en su caso, la Tintorería Argañosa. Hace 20 años que lo hizo y es ahora, habiendo pasado la crisis y la pandemia, cuando empieza valorar la jubilación. «Esto es un oficio muy complicado, no hay módulo, te tienen que enseñar, como hice yo», declara. Es la tintorería «más antigua de Oviedo» -se creó en 1957-, de aquella consiguió sacarla «a base de tesón y mucho curro». La confianza de la clientela le ha hecho mantenerse, pero «el covid nos mató a todos».
«La calle ya no es ni la sombra de lo que era, esto antes tenía un río de gente constante, pero hubo cambios muy grandes en los últimos veinte años», afirma.
Firme en su decisión de impartir sus conocimientos, Rodríguez se mantiene a la espera de traspasar un negocio «con mucha historia».
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