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Rafael Francés
Domingo, 31 de marzo 2024, 01:00
Desde un rincón del mundo, desde esta orilla sin mar, nunca te dije te quiero y hoy te lo quiero cantar. Nunca te lo dije Oviedo y hoy te lo quiero cantar». Por la letra de 'Canción de Oviedo' es indudable que es muy carbayón « ... y asturiano». Tímido, con un miedo escénico que ha sabido casi derrotar con la edad, este cantautor salido de un piso familiar en el edificio de la antigua estación de los Alsas, camina con su guitarra, fiel a sí mismo, como le recomendaron un día que fuera. Como todos los tímidos mira mucho hacia el suelo, lo que dificulta ver unos ojos profundos, de esos que parecen decir muchas cosas. Para desentrañar esa mirada mejor se escuchan sus canciones que llevan ya años entrando con mucha fuerza en el panorama musical asturiano y nacional; sólo hay que echar un vistazo a las reproducciones en Spotify.
Llegó tarde al mundo de la música aunque ya desde pequeño sabía que eso era lo suyo. Dos hitos le hicieron despejar su cabeza musicalmente hablando: del día de su Comunión lo sacaron a cantar con una orquesta «y vi que mal no lo hacía y me aplaudieron mucho aunque debo decir que era un niño, y a los niños se les aplaude siempre»; y que un día en clase de música le pusieron un notable –«era muy mal estudiante así que parecía claro el camino»–. Aún así no siguió la linde musical hasta hace siete años.
Francisco Juesas García (Oviedo, 1972), hijo de Francisco, comercial, e Isabel, «ama de casa porque bastante tenía con criar a cuatro hijos. Yo soy el mayor». Pese a la entrada tardía en los escenarios siempre fue muy de cantar. «De Miguel Bosé, Parchís, Enrique y Ana... Ya de mayor Miguel Ríos con 'Bienvenidos' o Juan Pardo, pero siempre Bosé». Es ecléctico en sus gustos musicales porque en su cabeza caben el heavy metal de Metallica o el romanticismo nasal de Eros Ramazzotti. Bueno, quizás demasiado ecléctico.
Lee poco. Cuando no actúa pasa el tiempo en compañía de su pareja Cova –«cumpliremos 24 años juntos en agosto»–, viendo alguna serie y sobre todo componiendo, porque «según me levanto ya cojo la guitarra».
Trabajó años en un laboratorio fotográfico de Barcelona «y cuando lo digital se comió a lo analógico se me acabó el trabajo. Me atropelló la modernidad».
El paro le puso las pilas musicales y empezó a componer. «El primer concierto lo di en Avilés con otros dos porque tenía un miedo escénico que más o menos he superado». A partir de ahí su música comenzó a gustar y su carrera comenzó a rodar, hasta el punto de actuar bastante más de cien veces el año pasado. Al principio versiones pero luego ya metía sus propias canciones porque «escribir canciones es como ir a pescar. El día que entra un pez grande lo agarras pero si son pequeños los devuelves. Yo siempre voy buscando la lubina de 10 kilos». Tiene claro que lo que vende es la autenticidad y no ofrece ninguna duda a la hora de definirse como oviedista que va «al Tartiere cuando me dejan los conciertos.» Lo cierto es que es tenaz, muy tenaz.
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