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A las hermanas Sandra y Olga Prado aún les huele a humo el Naranco. «Lo recordamos como si hubiese pasado ayer; una sensación increíble. Es como si ese olor se hubiera quedado dentro», explica la primera. El olor y las sensaciones, porque «fue la noche ... más horrorosa de nuestras vidas». A las tres de la mañana las avisaron del peligro y enseguida todo se complicó. El fuego se acercó peligrosamente: «No tardaron nada en desalojarnos. Mi hermana cuando salió de casa se caían los rescoldos encima de ellos y sólo decía 'lo perdemos todo, se quema todo'», cuenta aún angustiada. Siete horas y media de lucha contra las llamas, con la temperatura y el viento en contra, hasta que pudieron regresar a la vivienda. Y empezaron a ver que la tragedia amainaba. «Dentro lo que fue, no fue nada, porque en Fitoria desalojaron a noventa vecinos y al final no se quemó nada ni a nadie le pasó nada».
Lo que nadie se explica es cómo alguien, quien provocó los incendios, fue capaz de «poner en riesgo un montón de vidas». No saben por qué lo hizo, pero alguien escuchó algo: «Un vecino nuestro oyó una explosión y era por los dos barriles de gasolina. Fijo que tuvo que ser él», dice en referencia al único detenido por el incendio del Naranco. Ese día pasó, pero el miedo no. «Estás asustada porque se pueden repetir en cualquier momento». Que el Naranco vuelva a arder en esa zona, dice, «porque las fincas no se han cuidado, siguen abandonadas». Ellas se libraron porque «la parte del cierre la teníamos limpia».
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