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Del brazo de su hija, el maestro judoca Shu Taira entró despacio en el salón de Plenos para recibir, entre aplausos y de manos del alcalde Alfredo Canteli, el título de Hijo Adoptivo de Oviedo, la ciudad a la que llegó en 1967 ... y le dio todo. «Eres un ovetense más, de adopción, sí; pero sobre todo de corazón», comenzó el regidor. «Tu talento es admirable, pero lo son todavía más los valores que siempre has tratado de inculcar a tus alumnos; así como la entrega y el compromiso que le has brindado a este deporte, al que le has dedicado toda tu vida. Quienes lo practican saben que el judo es respeto, nobleza y elegancia. Pero también humildad y sacrificio. Todo eso, y mucho más, es lo que tú representas», destacó Canteli.
Cinturón rojo, noveno dan de judo e impulsor de este deporte desde el gimnasio Takeda, donde formó a numerosas generaciones de ovetenses, Shu Taira, a sus 82 años, emplea «horas y horas delante del ordenador para seguir a las nuevas generaciones judocas», explicó su hija Yoko.
Porque fue ella la que, en nombre de su padre, tomó la palabra. Visiblemente emocionada y con la mano de él sobre su hombro, recordó cómo el maestro, que en realidad iba para intérprete, se quedó en Oviedo por amor a Ángela, su mujer. «Lo que en un principio era un viaje de ida y vuelta, Vetusta lo tornó en una bella aventura, en un nuevo comienzo. Aquí, en este hogar, se desvivió por estudiar y enseñar lo que también había aprendido en Japón, el judo, y los valores de este arte marcial que le han acompañado y le siguen acompañando cada día», apuntó.
En el sueño de Yoko de ser bailarina, él tuvo mucho que ver. El respaldo del maestro. «Gracias, papá, por dedicarnos tu vida a todos los que te rodeamos y gracias, Oviedo, por acogerle con tantísimo cariño y respeto», agradeció entre lágrimas. Padre e hija se fundieron en un sentido abrazo. Shu Taira, entonces, no tuvo escapatoria y se enfrentó al micrófono: «No sabía nada de esto, ni siquiera por qué tenía que ponerme traje y corbata», expuso con humor. Con la emoción en la piel, continuó: «Oviedo es mi segundo país natal, mi querida ciudad. Estuve aquí con mi mujer Ángela. Ella no está ahora con nosotros, y estará mirándome desde arriba. No sabía que iba a llegar hasta aquí, en España, el país de Cervantes. Muchas gracias, Oviedo», abundó con la mano en el pecho.
El título de Hijo Adoptivo ya es suyo, como reza la memoria, «por su amor a la ciudad de Oviedo, donde ha dejado su impronta, la filosofía del judo en sus alumnos, transmitiendo valores como son la constancia, el sufrimiento, el afán de mejora, la humildad, la amistad y el respeto». A la entrega del reconocimiento no faltaron compañeros y amigos del maestro, así como ediles del PP, IU y Vox.
Un acto muy emotivo en el que las lecciones del maestro estuvieron muy presentes.
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