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J. C. A.
TRUBIA.
Lunes, 9 de octubre 2017, 01:32
«La han dejado preciosa» era el comentario más escuchaba al preguntar a los corrillos de fieles que se agolpaban las puertas del templo de Santa María de Trubia que ayer se quedó pequeño para la misa de reinauguración que presidió el Arzobispo de la ... Diócesis, Jesús Sanz Montes. «Le hacía falta, la verdad», añadían. Las obras para adecentar y embellecer la iglesia llevaron seis meses, según explicó el responsable de las mismas, Ignacio Arango, que relató que los 185.000 euros que costaron, «se financiaron con aportaciones de Industrias Doy y Química del Nalón y con donaciones de la gente en lotería, rifas, viajes...».
Ayer, Arango y el grupo que se constituyó en julio de 2016 para restaurar la parroquia, pudieron enseñar el fruto de su trabajo con el que han restañado los muros, repuesto las vigas del techo, las tejas y, quizás lo más espectacular, las nuevas puertas talladas y la instalación de vidrieras semiblindadas y aislantes. En estas últimas, además de motivos religiosos, se tiene presente el cariz fabril de Trubia con representaciones de los trabajadores.
Sanz Montes, por su parte, disertó ante los fieles trubiecos acerca del sentido de «casa» que para los católicos tiene una parroquia. Glosó la vida de un creyente desde el bautismo a las exequias finales, trufando su homilía con guiños a los gustos culinarios de monseñor. A los niños de teta, les hizo esperar a la primera comunión para «comer cachopo» y afirmó que desde que sirve en Asturias, en las fotos no dice «patata sino fabada. Que suena muy parecido». No quiso el Arzobispo pisar el acelerador de la política pero dijo que sin 'casa', «las intemperies de la humanidad son la violencia y la guerra y también la falta de concordia para la convivencia como está sucediendo estos días no muy lejos».
La Agrupación Musical Sagrado Corazón amenizó la ceremonia y dio, terminada la misa, un concierto desde el altar. Antes, la coral trubieca cerró la eucaristía con el himno a la virgen de Trubia compuesto por Santiago Díaz. Para finalizar, la parroquia ofreció un aperitivo, que el párroco no disfrutó. José Manuel García salió pitando: «Tengo misa en Soto y no llego».
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