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C. DEL NERO
OVIEDO.
Miércoles, 16 de febrero 2022, 01:24
Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo protagonizaron ayer la última conferencia del ciclo relacionado con el monte en el Real Instituto de Estudios Asturianos (Ridea). El historiador del Arte Lorenzo Arias realizó un repaso por ambos conjuntos arquitectónicos desde «un punto de vista fuera del habitual». Bajo el título 'El prerrománico ramirense: Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo', trató «la función del palatium, su configuración, el carácter arquitectónico y la iconografía de Santa María», en primer lugar, para entrar a «cuestionar que San Miguel de Lillo sea una iglesia palatina y tenga un vínculo especial con Ramiro I».
Así, el historiador comenzó la charla asegurando que «la función de Santa María fue la representatividad regia». Un palacio que cumplió funciones «no residenciales». La edificación contaba con una sala noble para las audiencias del rey y para impartir justicia: «Tuvo esa finalidad de reunión por parte del rey con su Corte, y también lugar de discusiones de Estado y debates».
Incluso era el espacio donde «se recibía y despedía al rey cuando marchaba con sus tropas a batallar cualquier guerra». En pocas palabras, aseguró Arias, «era una presentación pública de la Corte». De hecho, alrededor existieron más edificios «que no conocemos», pero que sí está reflejados en las crónicas de la época. «Seguramente en ellos vivía el ejército», figuró el ponente.
Además, se adentró en el aspecto arquitectónico de la iglesia, de la cual aseguró que «superó todas las expectativas de la época». «Toda la edificación hecha en piedra. Fue una construcción inusual para aquel entonces: contaba con dos miradores que el rey utilizaba como tribuna», explicó. Este tipo de arquitectura, sostuvo Arias, «nació con el Naranco y murió con él; fue un avance tecnológico no conocido hasta entonces».
Tanto es así que el historiador del Arte negó la existencia de «más construcciones de este tipo en toda la región», aunque sí hubo ecos de la misma «en algunas otras construcciones». «El sistema de articulación tectónica, abovedar un edificio de veinte metros de longitud, eran cuestiones no conocidas hasta entonces». Esta creación, afirmó en la conferencia, «se nutre del conocimiento del resto de Europa Occidental, pero yendo un paso más allá». Esta arquitectura fue «el reflejo del poder de la monarquía».
También realizó un repaso por la iconografía, que por primera vez «hace alusión a la función palatina». Es decir, «está representado todo un bestiario que recoge en esencia una iconografía, imágenes que hacen referencia al mundo cristiano pero también al mundo de la guerra». Esta representación regia tiene como misión «la transmisión al pueblo de la fuerza de la fe a través del poder terrenal».
Por su parte, se refirió a San Miguel de Lillo como iglesia palatina, basándose principalmente en «una construcción que, a mi juicio, tiene dos elementos fundamentales: la reutilización en esta de piezas de Santa María del Naranco, y la figura del músico tocando el laúd, una de las imágenes más interesantes que encontramos en la pintura».
Esta figura remite, explicó, a «las miniaturas del beato de Liébana». No quiso dejar la oportunidad de mencionar dicha figura, ya que su discurso de entrada en el Ridea fue, precisamente, tratando este tema. Asimismo, aprovechó para «cuestionar que San Miguel de Lillo sea una iglesia palatina, no creo que tenga un vínculo especial con Ramiro I», dudó el historiador del Arte.
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