La fiesta «más grande de Oviedo»

El Día de América en Asturias nace en unas circunstancias muy peculiares para Oviedo, tras sufrir esta dos hechos traumáticos: la Revolución del 34 y la posterior guerra civil. Esos dos acontecimientos arrasaron la ciudad hasta los cimientos y la dejaron prácticamente en ruina. Mucho más, la manzana que dibuja el centro histórico y la vieja urbe burguesa. En ese clima, al menos así es como le gusta contar al presidente de la Sociedad Ovetense de Festejos (SOF), Felipe Díaz-Miranda, la historia del «mayor acontecimiento de Oviedo» junto con,a su juicio, los fuegos de San Mateo, del Día de América de Asturias. Una cita ineludible ya «para toda la comunidad iberoamericana» que nació, en ese clima de crisis y posguerra, en el seno de una tertulia del mítico café Alvabusto «gracias a la unión de empresarios que solo querían que la ciudad contasen con unas fiestas a la altura, que no tenía, al contrario que otros concejos limítrofes, con mucho éxito».

Hablar del desfile del Día de América, hoy Fiesta de Interés Turístico Nacional y que aspira a Internacional, es hacerlo de la propia historia de la ciudad en las últimas casi ocho décadas. No hay hoy sin ayer y para Díaz-Miranda está todo conectado. Ahora es él el encargado de organizar la presente edición –la de la vuelta a la normalidad y, por si fuera poco, el que será el septuagésimo desfile– y los nervios, por mucho que acumule la experiencia de haberlo hecho en una ocasión –fue suspendido durante los dos últimos años por la pandemia–, son inevitables. «Era más fácil cuando mis padres me traían desde Grao a ver el desfile cuando era pequeño», sostiene, durante una distendida charla con este diario en las oficinas de la SOF, ubicadas en la quinta planta del teatro Filarmónica, centro de operaciones de esa, entre otras cosas como el bollo de San Mateo y el calendario parejo de actividades al desfile.

Una de esas ocasiones del pasado, recuerda, fue una en la que apareció por la calle Uría, de muy niño, «vestido de asturiano, aunque no participé en ninguna carroza ni nada por el estilo». De aquella, «todo era maravillarse con el desfile, las carrozas... todo».

También detalles que han ido cambiando con el paso del tiempo necesariamente. «¿Acaso piensas que a la SOF no le ha llegado también la perspectiva de género?», pregunta. «La majorettes que había antes sería impensable mantenerlas ahora». Tampoco, enumera, «los graderíos que se colocaban para separar en altura a los espectadores y que solo lograban que tuviesen casi más importancia los cuatro que se sentaban allí que el propio desfile».

Ahora, «lo lógico es que lo contemplemos todos a la misma altura». Y así será, con varios centenares de sillas ubicadas en el corazón de la ciudad, el próximo día 19. Será el desfile del reencuentro con la comunidad americana, aquella «a la que emigraron tantos asturianos y que, cuando volvieron, solo pensaban en tres cosas para demostrar que habían hecho fortuna: construir un panteón familiar, una casa y el coche 'más grande que haiga'» (ríe).

No faltarán estos últimos en el Día de América, que contará con 2.500 figurantes entregados con una edición en la que habrá hasta quince carrozas diferentes y en el que México –no confirma si para agrado de Pachuca o no– será el principal protagonista. Los coches, advierte, entre los que no faltarán auténticas joyas con escudos de Cadillac, Mustang o algún Chevrolet clásico, «tienen su problema logístico: son antiguos y deben ir a una velocidad baja y constante, sin pararse... y dile tú a un grupo de danza que lleva dos años esperando a salir a la calle que no puede pararse un buen rato» (vuelve a reír). Problemas en el paraíso, en todo caso, que surgen cuando uno tiene que organizar «la fiesta más grande de Oviedo». Una a la que siempre se ha negado a faltar, aunque ya no aparezca con montera picona.

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