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El amor por los animales y las ganas de aportar a la sociedad fue lo que llevó a Gonzalo Rubio y Ruth Gordón a poner en marcha el núcleo zoológico El Bosque. Abrió sus puertas en 2008, «un camino complicado, pasamos cinco años de juicios pero al final las visitas nos avalan», recuerda Rubio. Al año, más de 30.000 personas pasean por sus instalaciones y observan animales relajados y felices, porque en este centro han querido crear «un ambiente familiar y distendido, que se respire paz y parece que lo estamos consiguiendo».
Más de 300 animales de 88 especies diferentes conviven en los 5.000 metros cuadrados de instalaciones. «No somos caprichosos, ni robamos animales de la naturaleza, somos centro de rescate y colaboramos con el Principado como centro de recuperación», apunta Rubio; de hecho, muchos de los que llegan a El Bosque son mascotas abandonadas por sus dueños. «Los animales no son para tener de cualquier manera, hay que tener un poco de implicación y compromiso», advierte.
En esta casa de los animales, situada en Los Molinos, una parroquia de San Esteban de las Cruces, los ejemplares de botánica envuelven las instalaciones porque, «tener un animal en una parcela de hormigón, sin ningún estímulo, no es bueno».
Los visitantes disfrutan del recorrido en el que hay espacios como el voladero para pasear por su interior y observar animales, como las cacatúas, que buscan interactuar con la gente. Hay visitas guiadas de dos horas de duración y «es más personal», afirma Rubia, porque durante el recorrido el monitor «va contando la historia de los animales, curiosidades, trata de mostrar la realidad y concienciar un poco».
Hoy en día, junto a esta pareja de asturianos trabajan otras cinco personas y cuentan con estudiantes en prácticas como Violeta Gómez, alumna de Etología Aplicada, que eligió El Bosque porque «me gustó mucho como lo tenían y que es familiar». «Estoy encantada y tuve la suerte de ver ya una introducción de dos yacos», señala.
El centro «no recibe ayudas de ningún organismo, vivimos de la venta de entradas, socios y padrinos», asegura Rubio, por lo que «me cierran dos meses y estoy perdido, porque son vidas».
Las parcelas de este zoo están llenas de historias, algunas con inicios trágicos pero con final feliz. Los último en llegar al zoo, una pareja de primates: «La idea es introducirlos con los dos que ya tenemos porque estos animales viven en grupos sociales», señala este amante de los animales, quien tiene una cosa muy clara: «Vamos a seguir así hasta que el cuerpo aguante porque esto no va a ser una jubilación». El zoo tiene mucha vida.
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