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Cuando uno repasa su vida hay momentos muy alegres como los que el abogado Ramón Fernández-Mijares comparte con su nieta Olaya, de cuatro años e hija de Ramón; y otros, por el contrario, muy tristes. Solo en un momento de la conversación se le ... ponen los ojos vidriosos y es cuando responde a cómo se supera la muerte de un hijo: «Con amor y el tiempo, ayuda». Previamente, de un tirón y de forma directa, recuerda que Antonio «se suicidó en febrero de 2015»; entremedias, habla de su mujer, Marta de Nicolás, con la que se casó en 2004 en La Habana. Fue, es y será su gran apoyo.
Fernández-Mijares viste un traje con chaleco del mismo color, camisa azul y en la solapa de su americana brilla con fuerza la Cruz de San Raimundo de Peñafort, que le concedió el Ministerio de Justicia en 2020, en plena pandemia. La tradición dicta que sea el ministro quien se la imponga bien viniendo él a Oviedo o yendo el homenajeado a su despacho a Madrid, pero la llamada para concretar nunca llegó, por lo que sus compañeros tomaron el testigo. Finalmente, la ceremonia tuvo lugar en el Ilustre Colegio de Abogados hace un año. «Un abogado valiente», «independiente», «pionero en la innovación», «impulsor de talentos» o que «ha contribuido a crear una sociedad más justa». Así le describieron entonces sus compañeros. Poco se podía imaginar este letrado nacido en 1952 en la travesía de San Isidoro -actual Máximo y Fromestano- que un día iba a obtener este reconocimiento. «Es la máxima distinción que te pueden conceder; como dice el rey Juan Carlos me llenó de orgullo y satisfacción recibirla».
Nació en casa de sus abuelos, que eran propietarios de la juguetería La Nueva del Pasaje; sus padres regentaba la gestoría Sánchez. Tuvieron doce hijos. Ramón es el mayor y se lleva veinticinco años de diferencia con el pequeño, Cristóbal, así que «cuando nació yo ya no estaba en casa».
Alumno de los Dominicos y del padre Valdés, no jugó al hockey porque «lo mío no es el deporte». Estudio Derecho en el Edificio Histórico. «El año que viene se cumplen los 50 años desde que acabamos la carrera; algo haremos para celebrarlo», avanza. El encargado siempre de este tipo de celebraciones es él, de esta tampoco se librará. Junio puede ser un buen mes, piensa.
Se matriculó en la carrera y casi al mismo tiempo se apuntó a la tuna. «Salí al mundo gracias a ella». Pasó tres veranos en Londres tocando y con la intención de aprender inglés, pero «me dediqué a cantar y pasarlo bien; no me sirvió de mucho». También recorrió con ella España y en autostop.
Dice «que perdió el tiempo por la patria» haciendo la mili en El Ferral y, después, pasó a El Milán. Su primer despacho de abogados estuvo en la calle Toreno; en 1985 empezó a escribirse la historia de Mijares Abogados, que en un momento dado fueron «veinticinco abogados y tres secretarias». «Tenemos tres despachos en Asturias y abrimos en 1998 en Las Palmas de Gran Canaria donde está mi hermano Pablo». Sobre los casos que ha llevado, ha habido de todo y con las quiebras y suspensiones de pagos también recorrió medio mundo.
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