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ROSALÍA AGUDÍN
Domingo, 22 de mayo 2022, 00:46
El Padre Valdés era un profesor muy «exigente»; sobre todo en ortografía, donde no permitía ninguna falta. También «rígido»: «En mis clases había orden». Pero, al mismo tiempo, se hacía querer. Incluso inculcó a sus estudiantes su pasión por el hockey sobre patines. Como agradecimiento ... hacia sus enseñanzas, hacia su persona y sus valores, estos promovieron hace seis años un homenaje, que coincidió con su ochenta cumpleaños, y, además, desde hace un mes un paseo de El Campillín lleva su nombre.
Cuenta José Luis Álvarez Valdés que a él «le nacieron en Figaredo (Mieres)» en abril de 1936. Hijo de Benjamín Álvarez y Dolores Valdés, es el tercero de cuatro hijos, aunque no llegó a conocer a sus dos hermanos mayores, que murieron antes de que él viniese al mundo. El estallido de la guerra civil, cuando solo tenía tres meses, marcó sus primeros años. Se mudaron a Congostinas (Lena), «donde teníamos familia»; tiempos en que «no había carretera, pero sí ferrocarril». Allí pasó su niñez. Estudiaba en una escuela mixta hasta que, con 13 años, sus padres lo mandaron al seminario de Corias (Cangas del Narcea). «El hermano de mi padre, don Custodio, era sacerdote y una de mis tías por parte de madre dominica de clausura en Santillana del Mar». Acudió a clase durante un lustro, hasta que en 1954 comenzó el noviciado en Palencia.
Su formación ha sido amplia. Estudió Filosofía durante tres años entre Las Caldas de Besaya (Cantabria) y Roma. «En Italia, donde estuve dos años, recibí clases en latín», y, además, Teología en Salamanca. Fue en esta ciudad donde aprendió a patinar. Recuerda que antes jugaba «algo al fútbol y al baloncesto, pero me aburría». Eso de tirar y no encestar no le acababa de convencer. Hasta que descubrió una de las pasiones de su vida, el patinaje: «Había mucha afición a este deporte y hubo un amistoso de la Selección Española contra los frailes; ganaron los primeros».
Su ordenación llegó en 1962. Un año después le destinaron al convento de los Dominicos de Oviedo. «Estuve aquí hasta que en el curso 1990-1991 me nombraron superior de La Felguera y di clase hasta 2012». A sus alumnos les enseñó Lengua y Literatura, Latín, Filosofía y Religión: «Di un año en Primaria y luego Bachillerato. Tuve varios años el curso de COU de Selectividad y yo era exigente». Una forma de enseñar basada en la precisión, en el buen hacer, que ha dado sus frutos. «Hace poco hablaba con dos exalumnos míos y me decían que gracias a mi exigencia no cometen faltas». Por sus clases han pasado centenares de estudiantes; entre ellos Marcelino Fernández Vertes, «mano derecha de Florentino Pérez», los abogados Iván de Santiago y Álvaro Cuesta, el concejal Gerardo Antuña o el mentalista Anthony Blake, por citar algunos.
No solo les dejó huella por su forma de trasladar sus conocimientos; también por enseñarles a jugar al hockey. Empezó entrenando a los alevines. «En el primer partido perdimos 10 a 1, pero luego fueron campeones de Asturias y de España. La final fue en Bilbao». Llegaron a tener hasta «quince equipos federados» y se calzó los patines hasta que, hace casi diez años, se retiró por una lesión en la pierna.
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