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ROSALÍA AGUDÍN
Domingo, 11 de abril 2021, 01:21
Las iglesias prerrománicas de Santullano, San Pedro de Nora, Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo viven rodeadas de coches por el día y en compañía de los jabalíes, que causan destrozos al fozar en su entorno, durante las noches. Los vecinos están hartos.
En San Pedro de Nora las quejas son constantes desde hace un año. Los cierres perimetrales han llenado de vehículos los alrededores de la iglesia prerrománica, ubicada en el límite de Oviedo con Las Regueras, construida bajo el reinado de Alfonso II en el siglo IX y declarada Monumento Nacional en 1931.
Los días con más tráfico son los fines de semana y festivos que amanecen con sol y donde hay, incluso, colas para aparcar. Al mediodía todos los huecos se llenan y el resto de conductores dan vueltas alrededor de la iglesia en busca de un sitio para estacionar, conocer esta joya prerrománica y aprovechar la ruta de los meandros del Nora. La masificación se nota: «Dejan los restos de su merienda donde les da la gana», clama una vecina.
Un problema antiguo que tiene la capital asturiana es el bulevar de Santullano. Con la inauguración de la autopista 'Y' se creó una brecha entre La Tenderina,Teatinos, Rubín, Guillén Lafuerza y La Monxina. Son cuatro carriles de carretera y la rotonda de la Cruz Roja absorbe cada día alrededor de 28.000 circulaciones. Un elevado tráfico que pasa al lado de la iglesia prerrománica de Santullano. Su párroco, Jesús Rodríguez de la Vega, lleva años insistiendo en que la «contaminación ha afectado» al templo: «Hay zonas donde la piedra está totalmente negra». A ello le suma los daños que las vibraciones y el ruido causan a su conjunto de pinturas murales. El proyecto del Bulevar de Santullano puesto en marcha el pasado mandato está en punto muerto. No gusta a PP y Ciudadanos, que apuestan por un nuevo diseño que desvíe el tráfico hacia La Vega.
En el Naranco existe la misma problemática. Los vehículos paran al lado de San Miguel de Lillo y Santa María del Naranco. Entre ambos no existe una acera y los visitantes deben caminar por la carretera los doscientos metros de distancia. Eso de día, porque de noche son los jabalíes los que bajan a los monumentos a aprovechar el cuidado césped del entorno de ambos para fozar en busca de alimento o restos de comida que hayan dejado los turistas.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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