ROSANA SUÁREZ
Domingo, 4 de diciembre 2022, 00:20
Reconoce que su vida paralela, la profesional, es «extremadamente interesante», más que la artística. Israel Sastre (Oviedo,1974) trabaja para una empresa de pintura industrial, pero es su parte «oculta», la que solo su círculo más cercano conoce. Creció con su familia materna a caballo ... entre Oviedo y Nava. Aunque tiene dos hermanos, reconoce que se crió como hijo único con «bastante soledad». Esto hizo que desarrollase más su imaginación para combatir el aburrimiento.
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Completamente autodidacta, su vida es «prueba y error». Marcado siempre por la «inquietud» y el afán por investigar, piensa que «no puedes acomodarte». «Hago de todo, toco todos los palos. Y no hago nada bien», confiesa. Se le conoce por ser el impulsor del movimiento cultural Alcayata Project, que dio la posibilidad de que, durante tres años, una vez a la semana, cualquier artista o anónimo pudiese colgar su obra y explicarla en el Bellas Artes. «Vi una alcayata huérfana y decidí apadrinarla. Comenzó como una broma. La vi vacía. Al siguiente día que pasé, volví a verla, y colgué una foto mía sujetando un marco. Decidí poner fin al proyecto para dejar espacio a que se me ocurriesen otras cosas», explica.
Comenzó a despuntar al ser seleccionado por Red Bull entre más de 2.000 personas, junto a otros cuatro artistas asturianos, para formar parte de una muestra que viajó por todo el planeta. Fue con su cuadro 'La influencia de la luz en el espacio onírico', inspirado en Dalí -a quien admira como creativo-, con marcado acento surrealista. Oportunidad que le sirvió como «impulso» y para replantearse las cosas. Le gusta Dalí como personaje, pero precisa: «No me gusta fijarme en lo que hacen los demás, tengo muchas cosas en la cabeza de las que tirar y dejo trabajar al subconsciente».
La creatividad le sirvió para mitigar el impacto del confinamiento. Junto a su pareja, Inés Álvarez; y con la ayuda de su hija, Carmen Sastre, realizaron una intervención artística en el edifico de cinco pisos en el que residían en El Antiguo. Dieron forma al Museo de las Feas Artes (MUFA) por el que pasaron centenares de personas en una época «complicada». Inés es su pareja en lo personal y profesional. Su fuente de inspiración, su «aliciente». En lo artístico, señala, «yo me dedico al arte y ella al artificio, y deciversa. Somos complementarios». Y junto a esta historiadora del arte lo reconvirtió en tres espacios culturales en el antiguo estanco de la calle San Antonio.
Reciclando se pueden crear verdaderas obras de arte, así lo demuestra este artista polifacético. Con su arte alternativo ha colaborado con EdP, con encargos de esculturas para la empresa. También de la Fundación Princesa de Asturias, para jornadas de concienciación medioambiental. Toca el saxofón y su vivienda está repleta de instrumentos: «En mi casa no hay televisión, hay música». Formó parte de Talego Kini y ahora está «de excedencia» en Los Enigmáicos. «Ellos están jubilados y disponen de más tiempo», bromea. Le fascina el teatro; tanto, que terminó como actor en la producción 'El Pelayo', y más tarde en 'Genocidio en el arrozal de Birmania'.
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