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A. A.
OVIEDO.
Miércoles, 23 de febrero 2022, 01:06
El óxido nitroso (el nombre químico de este compuesto es N20) se utiliza en algunos procedimientos médicos, en las clínicas dentales y en cocinas de medio mundo para preparar nata montada. Pero, más allá de sus usos legítimos, también puede encontrarse en la calle -en cápsulas monodosis- en un abanico de precios escasos que oscila entre los 3 y los 5 euros. Los jóvenes que lo consumen se refieren a él como 'gas de la risa' o 'globos'. Material de esquina no tan nocivo como el resto de drogas conocidas, pero cuyo uso y abuso puede conllevar graves consecuencias para la salud.
Hace al menos una década, cuando comenzó a ponerse de moda, eran los propios establecimientos de ocio nocturno los que lo comercializaban. Ahora está perseguido y, aunque los hosteleros muestran su preocupación por un posible repunte de su consumo, la Policía no ha detectado un aumento significativo de esta sustancia, señalaron ayer fuentes de la Jefatura Superior de Policía de Asturias.
Eso sí, aunque es una sustancia que se puede comprar legalmente, si se detecta «un uso fraudulento» en locales de copas o bares «se incauta y se procede a tramitar la correspondiente propuesta de sanción» administrativa, ya que «no es una sustancia tipificada como las otras drogas».
De hecho, Julio Jontem, de Proyecto Hombre explica que, de momento, no tienen una demanda específica para abordar la problemática con esta sustancia. «Conocemos y sabemos que existe esta circunstancia en determinados espacios de ocio desde hace un tiempo, pero específicamente no hemos recibido demandas ni del propio sector de la hostelería ni desde otro ámbitos como las familias o el ámbito educativo de manera directa», señala.
Para los hosteleros, sin embargo, supone un problema creciente: «Es normal que se cuelen en los locales, pero nosotros los echamos y se lo quitamos», explica Cheky Fernández, del Grupo Joker, que insiste en señalar que «había parado cuando empezaron a hacer controles, pero la semana pasada fue una locura».
Los jóvenes que venden los globos, relata, suelan andar por la calle Mon o por el entorno del Paraguas e intentan acceder a los locales para venderlos dentro. «Nosotros lo que podemos hacer es echarlos del local, los controlamos porque no nos interesa tenerlos dentro», pero echa en falta un mayor vigilancia de la policía. «Antes de Navidad, hubo una temporada que lo controlaban, pero ahora se les ve menos».
El fenómeno es difícil de controlar. Por 50 euros, en los principales portales de comercio online, se puede comprar sin ningún tipo de restricción un cilindro desechable de 1.100 gramos, que da para miles de dosis de las que luego se venden en la calle entre tres y cinco euros.
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