Domingo, 25 de septiembre 2022, 00:51
La historia de Antonio -Toño- Velasco Rodríguez (Valladolid, 1970) es la historia de un mal estudiante que terminó siendo pintor de Oviedo y que por el medio regentó durante diez años, junto a Marcos González Zapico, uno de los bares con más sabor de la ... ciudad, cuando en Oviedo se salía por la noche sin miramientos, La Reserva, en la calle Carpio, lo que en aquella época se llamaba un antro, pero un antro con mucha clase. Toño es alegre, sonriente, tiene mirada pícara, es pintor, profesor de dibujo, hijo de Ricardo y Daría, marido de Miriam Perandones y, aunque pucelano, también es muy carbayón. Llegó a la ciudad a los 14 años porque «aunque mis padres son de aquí, mi padre encontró un trabajo de delineante en Valladolid y para allá nos fuimos», asegura. Y añade con mal disimulado orgullo: «Eso sí, mi padre era delineante formado en la Fábrica de Armas de La Vega. Cuando se prejubiló nos volvimos a Oviedo y abrieron la Mercería Darita. Vivíamos en el edificio de la antigua estación de ALSA».
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Como casi todos los niños y jóvenes de la generación de los 60 y 70 del pasado siglo, su infancia esta llena de felicidad. «Tuve una infancia muy feliz de jugar en la calle y de eternas postillas en las rodillas. Era el momento de la expansión de Oviedo y eran todo charcos y solares, así que si una hoguera o una pared con ladrillos, con todo se podía jugar», explica.
Como estudiante era malo, según el mismo reconoce. «Fui un fracaso escolar de libro y ejemplo del fracaso del sistema educativo porque a los 40 años descubrí que era disléxico con un grado bastante alto y eso explica mi gusto por la pintura, porque no me comunicaba y entonces pintaba», advierte. «Fui a academias especiales y hasta probaron con la hipnosis, pero bueno, aquí sigo. Eso sí, nunca fui un vago, al contrario».
La pintura es el leitmotiv de su vida. Pinta desde niño y como diseñador gráfico con más profundidad de mayor. Da clases de dibujo en su estudio situado junto al acueducto de Los Pilares y asegura que su pintura y su vida como artista ha estado muy influenciada por uno de sus profesores, el afamado Antonio López, Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1985. Ahora dedica sus pinceles a pintar Oviedo tras acabar «el proyecto de 13 plazas, 13 plantas, para decorar el interior del edificio de la antigua estación de ALSA».
Para el final queda la década que va desde 1993 hasta 2003 cuando era el jefe de las tribus en La Reserva. «Fue un bar que hizo historia. Incluso salimos en El País de las Tentaciones como el garito con la música más ecléctica».
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Toño abre los ojos cuando recuerda su bar porque «lo bonito de La Reserva era que veías a un ejecutivo con corbata y a dos tías besándose y tan felices. En una ciudad de tribus como era Oviedo, el bar donde se juntaban era La Reserva, donde a nadie le importaba lo que hacía el otro. De hecho, venían famosos y flipaban porque nadie les pedía un autógrafo».
Toño Velasco y La Reserva, Toño Velasco y la pintura. Como diría la canción, es la historia de un amor como no hay otro igual que no se ha apagado con el tiempo.
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