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Rafael Francés
Domingo, 4 de junio 2023, 00:53
Sonríe, no se altera y habla un castellano limpio con el que encuentra perfectamente las palabras concretas que quiere utilizar. Sus ojos son francos y saca a relucir su empatía en cada sílaba. Es modesta y seguramente incansable. Una de esas madres hiperactivas que trabaja ... y ha educado a sus dos hijos, Javier y Ana, con esfuerzo y trabajo pero casi sin despeinarse mientras dirige su propio despacho de abogados, puerta con puerta con la oficina notarial de su marido.
Ana Miralles Gómez (Oviedo, 1966) es muy de Oviedo. Le gusta Oviedo y respira ovetensismo. Con despacho en la calle de Uría, hasta nació un día de San Mateo en el Sanatorio Blanco para certificar que su ciudad es la capital carbayona, aunque su segunda patria sea Llanes. Allí ha pasado más o menos todos los veranos de su vida, «y también fines de semana, aunque voy menos que antes y no tanto como me gustaría».
Una de sus máximas, o quizás la mayor, es que «la vida es no tener mala suerte y trabajar la cultura del esfuerzo, aunque ahora no esté de moda», porque «la vida es el resultado del esfuerzo, la gente con la que hayas tenido la suerte de toparte, la familia en la que naces, que en mi caso es una familia magnífica, y la que construyes después, otra familia estupenda».
Pues eso, la familia. Sus padres, Amalio, licenciado en Derecho y propietario de la Gestoría Miralles, y Ana, que «cuidó y educó a cinco hijos uno detrás de otro». «La mujeres de esa época eran y son unas cracks».
Estudió en las Teresianas, donde «me dieron una buena formación académica y ética». De ahí a la Facultad de Derecho, aunque antes hubo un paréntesis anecdótico o no, según se mire. A los 16 años, en Llanes, «donde me di el primer beso; fue la primera ilusión de un verano pero que quede claro que no fui muy adelantada para nada».
Estudió la carrera en el Edificio Histórico de la Universidad en la calle San Francisco, aunque con Llanes muy presente en todo lo que hacía. «Todos los exámenes los preparaba en Llanes, estudiaba y jugaba al mus con los paisanos del pueblo». ¿Buena jugadora? «Ningún jugador de mus te dirá que es malo, lo que sí puedo decir es que he ganado torneos, sobre todo gracias a Luis Suárez Saro, que se murió el 14 de abril de 2020, según empezó la pandemia».
Terminó Derecho con cierta fama de empollona, no en vano acumuló tres premios de fin de carrera, y se puso a preparar notarías con su novio, Javier Merino. «De hecho estudiábamos en casa de sus padres de siete de la mañana a cho de la tarde». Asegura que tiene unos suegros maravillosos; qué va decir después de años en su casa.
Al final la notaría salió rana y tras un trabajo intermedio y una año de docente en la Universidad de La Rioja, abrió su propio despacho en Oviedo.
Se casó, tuvo dos hijos y vive su vida ovetense ofreciendo soluciones a la empresa familiar, en la que se ha especializado con la máxima laboral y personal de que «el conflicto siempre quiero que se resuelva pronto y bien». Ana Miralles, muy de Oviedo, inteligente, sonriente y constante.
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