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Woody Allen, en la calle Milicias Nacionales. Alex Piña
Un Oviedo en bronce para los inmortales

Un Oviedo en bronce para los inmortales

La ciudad, convertida en el paseo de la fama de las eternas efigies de artistas y deportistas

ALBERTO ARCE

Martes, 21 de mayo 2019, 12:35

En cualquier rincón de la ciudad, ya sean los recovecos en sombra del Campo de San Francisco o las grandes aceras enlosadas del centro, los protagonistas no son los viandantes, lo son las estatuas. Oviedo es la ciudad de la escultura y las 118 piezas repartidas por toda la geografía urbana (entre estatuas, relieves y formas de todo tipo) lo atestiguan. Un verdadero mausoleo para la inmortalidad en el que la expresión artística pura convive con el homenaje a la celebridad. Así, y desde que el pasado 12 de abril quedase inaugurada la estatua del incombustible Tino Casal en la calle Palacio Valdés, la capital del Principado ya es más bien un auténtico paseo de la fama en el que artistas y tallas mayores conviven con deportistas y personajes ilustres. Todos ellos de bronce.

No hay rutas prefijadas, los personajes aparecen en cada rincón –salvo en la plaza del Ayuntamiento–. La afición a retratarse con los eternos en Oviedo comenzó en el año 1993, cuando 'El regreso de Williams B. Arrensberg', el viajero de Úrculo, alumbró la plaza de Porlier. Primero llegaron las fotografías en carrete, luego los 'selfies', y los protagonistas siguen siendo los mismos.

Tino Casal, en la calle Palacio Valdés.

En ese sentido, la capital del Principado ha ido cambiando su forma de presentar uno de los reclamos más importantes de su propio microcosmos paisajístico. Al principio, a finales del siglo XIX y durante la primera mitad del XX, las construcciones se centraron sobre todo en la representación de personajes ilustres como Sabino Fernández Campo. A partir de los años ochenta, el paradigma cambió y los artistas comenzaron a llenar las calles. No faltan tampoco los deportistas, como el ciclista olímpico ovetense (ahora manchado por la polémica) Samuel Sánchez, que desde el año 2010, y por obra de Antonio Diego Granado, muerde el oro de Pekín en su propia calle.

Sabino Fernández Campo, en el San Francisco.

En 2002, Woody Allen, que acudió a la ciudad para recoger el premio Príncipe de Asturias de las Artes, se deshacía en elogios al afirmar que «Oviedo es una ciudad deliciosa, exótica, limpia, agradable, tranquila y peatonalizada, es como si no perteneciera a este mundo, como si no existiera… Oviedo es como un cuento de hadas». El Woody de Milicias Nacionales no ha envejecido desde entonces, ni lo hará.

La estatua en honor del medallista olímpico ovetense Samuel Sánchez, en su calle. Alex Piña

Con el eterno Casal, el municipio inauguraba la que sería su última gran obra escultórica de este tipo hasta la fecha, entre la multitud y una gran fiesta en la que familiares, amigos y representantes municipales coreaban al unísono 'Eloise'. Uno de sus familiares, su primo Víctor González Casal, explica que de este modo «Tino ya es parte de la ciudad».

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