Antonio Barcarán Collantes, en el jardín de la Escuela de Minas . MARIO ROJAS

El oftalmólogo que mutó a botánico

Paciente y trabajador. Miembro destacado de una saga de oculistas, se retiró hace diez años, aunque no ha dejado de estar ocupado porque entre la familia, la lectura, la música y el impresionante jardín de su casa de Bolao, en Llanes, no tiene hueco en la agenda para el aburrimiento

RAFAEL FRANCÉS

Domingo, 15 de enero 2023, 01:19

Miembro destacado de una dinastía de oculistas que ya va por la cuarta generación, Antonio Bascarán (Oviedo,1940) está jubilado y ejerce de abuelo, pero sobre todo sonríe porque «en todo conjunto, el optimismo por encima de todo».

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Es pausado, melómano, lector, observador del Oviedo ... que le rodea y jardinero, o mas bien experto en botánica de primer nivel.

Trabajando, hace varias décadas. reproducciones de m. R

De hecho, si cualquier persona busca a Antonio, hay un sitio donde se le puede encontrar casi siempre, en el jardín de su casa de Bolao (Llanes), de unos 7.000 metros cuadrados. Vamos, que tiene faena la cosa. Un paraíso en la tierra donde se pueden encontrar cientos de especies botánicas diferentes y que cuida como el jardinero de «Asterix en Britania», que con una pequeña hoz cortaba una brizna de hierba para terminar de dar perfección a su césped.

Con ropa de trabajo, en su jardín de Llanes.

Porque esas son las claves vitales del oftalmólogo. Antes de la jubilación fue su profesión, que estudió en Santiago, en la Facultad de Medicina. Después se especializó (no existía el MIR como ahora) en la escuela clínica del doctor Sánchez Salorio, también en Galicia. «Entré de alumno y estuve cinco años y hasta hice la tesis doctoral allí». Eran los años sesenta.

Junto a NachoManzano, en Oviedo.

«Volví a Oviedo, estuve trabajando con mi padre (primera generación de oftalmólogos) dos años y como tenía otra idea de la oftalmología me instalé por mi cuenta y en seis años ya éramos 16 personas». La consulta y clínica la tenía en la esquina entre Doctor Casal y Uría, más o menos donde ahora está la bombonería Ovetus.

Nació en el 4 de la calle Fruela, en casa, y los recuerdos de infancia son del Campo San Francisco, «donde la pista de patinaje era el centro de todo, y la Chucha nos vendía golosinas con la perrona que teníamos». La familia veraneaba donde La Gruta porque «allí teníamos y se llegaba rápido a pasar el verano».

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Hijo de Antonio y Carmen, con siete hermanos y casado con María Dolores Fanego. De ahí salieron tres hijas: Carmen, Covadonga y Marta. Y luego varios nietos, «una de ellas es la cuarta generación de oculista, que trabaja con mi hermano Juan, casado con Belén, en la clínica que existe ahora». Lucía, «que estudió en Oxford», se llama la última oftalmóloga. Al menos, por ahora...

Antonio Bascarán se jubiló hace ahora diez años y, aunque ya le gustaba y cuidaba del jardín en Llanes desde hace más, el tiempo libre que se gana al abandonar el trabajo decidió invertirlo en las plantas, los árboles y en dejar la casa de Bolao impecable. «Es una casina de pueblo que arreglamos pero con un buen jardín», dice con ojos de orgullo aunque con disimulada y pícara timidez.

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Desvela que en las tardes de verano se sienta en el jardín con un libro (el último que se ha terminado es 'Revolución', de Arturo Pérez-Reverte) y un poco de música clásica, a ser posible Mozart, porque «si viviese, seguro que era amigo mío», bromea. «En una situación así no le puedo pedir más a la vida». Una sensación de plenitud que a los 82 años vive con intensidad. Aunque esa calma se rompe si ve en el jardín algo que arreglar. Entonces, se olvida de Mozart.

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