ALBERTO ARCE
OVIEDO.
Miércoles, 25 de noviembre 2020, 01:06
Las calles Rosal y Cabo Noval forman una cruz perfecta en el centro de la ciudad. Una equis en el mapa del tesoro de la pequeña economía local rodeada de comercios de proximidad de todo tipo, servicios y una oferta hostelera variopinta más bien enfocada al terreno de la noche. Los comerciantes pueblan el barrio y, entre los preparativos de la reapertura de los no «esenciales» y el escaso trajín diario de clientes de los que sí lo son, lo cierto es que la crisis ha propiciado que los establecimientos «peligren muchísimo».
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Así lo cuenta el propietario de la peluquería Reboredo, Alberto García. «En diciembre cumplo treinta y tres años aquí y ahora veo que no sé qué voy a hacer, ya no me obligan a cerrar, pero no me queda otra», lamenta el estilista. «La semana pasada tuve cinco clientes en total». A su lado, la vicepresidenta de ACOA y dueña de Gulpy Abalorios, Toñi Rodríguez, reitera la tendencia. Se muestra «optimista» con volver a subir la persiana, pero también «realista». Y es que, «la gente no tiene ingresos y por eso, por muchas ganas y fuerza que pongamos, ¿quién va a comprar nada?», se pregunta.
A algunos de ellos, el género se les amontona en el almacén. Macarena Álvarez, desde Emea, está especializada en los eventos, «pero no los hay», admite. «Estoy viviendo de ahorros, pero no basta, tratando de reinventarme, pero sé que si la cosa sigue así, me quedan seis u ocho meses», expone indignada.
Otro de los sectores más aquejados por la situación es el de las agencias de viajes. Para Minotaurs, la empresa de Natalia Izquierdo, dueña también de Les Zapatilles del Fontán, «encaramos el inicio de año muy mal, porque no hay viajes que vender». Hay pagos pendientes, relata el propietario de El Guindilla, Jaime Guarda, que apunta que «después de pasar por el confinamiento, ahora es cuando empezamos a pagar las cuentas atrasadas», critica. «Estamos muy mal, y aún los hay que están peor».
La culpable, si es que lo hay además del virus, señala a su vez Carlos de Prado, desde Vigil Escalera, ha sido la falta de comunicación con el sector. «Nuestros políticos nunca han estado detrás de un mostrador, por eso no saben lo que es vivir como lo estamos haciendo», critica. Por eso, solicita Noelia González, de Asgaya, «estoy encantada de volver a abrir, sí, pero es como si siguiese cerrada, porque la ciudad está cerrada perimetralmente y no sabemos si se extenderán o no los ERTE».
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