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covadonga del nero
Lunes, 27 de marzo 2023, 01:28
La calle Rosal. Romances y leyendas relacionan el supuesto rosal que dio nombre a la calle con los milagros y cadenas del Cristo del Aspra. Incluso, en algunos de los textos coleccionados por Jovellanos existe uno, que data de 1237 en el que ya se ... habla del Fontán y el Rosal. Pero hasta 1880, que se abrió la calle Fruela, la del Rosal era una continuación ininterrumpida de la de los Pozos hasta Santa Susana. Pero en 1903, el Ayuntamiento acordó cambiar el nombre para poner el de Félix Cantalicio de la Ballina Bustamante, quien había sido alcalde de Oviedo, además de presidente de la Diputación y de la Academia de Bellas Artes de San Salvador. En 1937, fue restablecido el nombre de Rosal. Entre las historias de esta vía está cuando, en 1598 el municipio designó en ella dos casas para albergar convalecientes de una epidemia. El cardenal Victoriano Guisasola y el General Ordóñez nacieron en esta calle.
La parte alta de la calle Rosal llevaba «más de veinte años» con la presencia de un estudio de tatuajes hasta que hace algo más de un año, el local se vació. Entonces, Antón Carrero y Marcos Ornosa trabajaban por cuenta ajena, en diferentes estudios, y decidieron juntarse «para abrir un proyecto juntos». Entonces, pasaban por la calle Rosal y vieron que el local comercial estaba en alquiler y «decidimos lanzarnos a la aventura». Porque se definen como «dos chavales jóvenes que apostamos por emprender», pero que decidieron aprovechar «un espacio que ya se conocía por dedicarse al tatuaje». Fue en marzo de 2022 cuando Ornosa y Carrero inauguraron su estudio y ahora, aseguran, «notamos que podemos seguir adelante gracias a que ya había un estudio». Y aunque la calle «haya perdido presencia con el cierre de todos los bares que había, a nosotros nos pilla la confluencia con Santa Susana y el IES Alfonso II» lo que propicia algo de paso a la zona. Aunque ellos se consideran «aventajados» en estos años «tan extraños» a la hora de abrir un negocio. «Era un buen local por la historia que tenía de antes, dos décadas dedicadas a lo mismo que nosotros ahora», añaden, «contentos» de la decisión tomada.
Uno de esos locales que llevan casi más que la calle, exagerando, es el tallerín de Alfa, dedicado a la maquinaria de coser, desde aquellas primeras máquinas, en colores oscuros hasta las más modernas. Manuel Arandojo cogió el negocio en los años 70 del siglo pasado cuando, «tras muchos años de venta ambulante por los pueblos y por los mercados, decidí coger este negocio, que ya estaba abierto como almacén». Por aquel entonces, y «con todo lo que ha cambiado la calle», ya había «muchos bares». «Se empezaba a notar el ambiente de ocio más nocturno, que luego tuvo su auge para acabar decayendo a lo que es ahora: una calle con más de quince locales vacíos», calcula Arandojo. Y como todo, el cambio fue radical. También en su negocio. «Hubo años en los que tuvimos clases diarias, con muchísima gente que venía», ahora, es más complicado. «Seguimos arreglando máquinas y sigo aquí», después de haber cerrado unos años regresó porque le podía ver la tienda cerrada. «Ahora estoy intentando que una aprendiz se quede con el negocio». Porque aunque los tiempos cambien, hay costumbres que no deben perderse. Eso sí, no le gustaría, que de resurgir la calle, «lo hiciera como era antes».
La joven Carlota Álvarez tiene un producto «diferente» al de una tradicional tienda de ropa. Álvarez diseña y fabrica sus propias prendas para luego venderlas. Un producto único que empezó «vendiendo en 'pop-ups' y 'markets'» por diferentes lugares de la geografía española. Una manera de mostrar su negocio a la mayor cantidad de gente posible y posibles clientes. Tras años de movimientos, «decidí instalar mi tienda aquí, en la calle Rosal», asegura desde un pequeño espacio, «el idóneo» para la idea que ella tenía en mente. Primero, «busqué por zonas céntricas de la ciudad, sin que se escapara demasiado el precio de la renta de alquiler». Y encontró la calle Rosal, casi en su esquina con Cabo Noval. Ahí, «es una zona con muy pocos bajos comerciales vacíos, a diferencia de la parte más alta», aunque, como comerciante, «creo que la solución no es que vuelvan a abrir locales del estilo que había antes». Pero la zona «personalmente, a mí me encantaba ya antes de decidir abrir el negocio». De aquello hace ya más de tres años, pandemia de por medio, y no se arrepiente. «La farmacia, en frente, y la cafetería, cerca, son dos negocios que atraen a bastante gente a esta calle», concluye Álvarez.
Era hace poco más de un año cuando la capital asturiana notaba la pérdida de una de esas librerías que marcaron una época en Oviedo. La Palma decía adiós a años y generaciones de lectores. Pero, entonces, Enrique Maradona e Inmaculada Fernández, los empleados de la librería, decidieron que la ciudad no iba a perder la pasión que ambos profesan por la literatura. «Hace un año buscábamos un lugar que no se alejara mucho de la calle de la Palma, para no perder a nuestros lectores de toda la vida», explica, ahora desde el Rosal, Maradona. Y acabaron ubicándose en la que fuera la calle de bares nocturnos. «Nos parece perfecta», a día de hoy, «estamos muy contentos con la elección». Cuando escogieron el local comercial «miramos que tuviera bastante movimiento, con mucho paso» para poder encontrar nuevos clientes en la nueva ubicación. Pero tenían otro motivo por el que se decantaron por ese local: «queríamos que fuera un espacio en el que no tuviéramos que hacer nada de obra, más allá de pintar o colgar alguna estantería». Dicho y hecho. Ahora, han ganado hasta un concurso de escaparates del Ayuntamiento de Oviedo y esperan que «la calle vaya ganando vida, pero diferente a la de antes».
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